sábado, 30 de abril de 2011

Eirhnh. Paz. Mi paz.

Día triste. Mirada preciosa. Corazón acelerado. Seguramente no imaginaria hace apenas tres horas que marcaría mi día 30 de abril en el calendario de éste mes con un color diferente al de las preocupaciones, los exámenes, las vacaciones o al de las fiestas. 
Quisiera ser honesto, y no dejarme llevar por las cosas tontas que tú quizás no hayas apreciado, y que no quiero pensar ahora,  sólo diré que fui un cobarde. Que fui león toda mi vida y que por cinco minutos, fui lluvia, la lluvia que cubría la estación y que se estrellaba contra las desgastadas vías.

Tras éste inciso romántico que tanto odio y que tanto me inspira quiero complacerte, empedernido lector, con unas líneas que adjunto desde hace varios meses siempre conmigo y que tal día como éste he decidido plasmarte aquí, entre mis líneas, para conseguir darle algo más de ilusión, talento y melancolía a mi bautizada lírica. La encontré explorando el mundo de Machado y me gustó, decidiendo que ahora la quiero compartir contigo y que como yo, disfrútes mucho con ella:

Hoy es siempre todavía.
Y acontece la vida. Magnífica, sublime a veces.
Nos trae, nos lleva, y como en un juego de azar, nos da y nos quita, permaneciendo un ineludible olor en la memoria, que en mí, se activa sin saber por qué, los días como hoy.


Tras ésto, sólo necesito relajarme.

martes, 26 de abril de 2011

Creación inusitada.

Hoy, caminando por las húmedas calles que depara este inicio de semana, las cuales tienen pinta de haber pactado con la inclemencia atmosférica para el resto del mes de abril, observaba a una pareja de ancianos, por que no decirlo, compartir su silencio en un banco. Abrigados hasta más no poder, miraban con detalle a aquellos que cruzaban la oscurecida calle. En un principio no me llamó demasiado la atención aquella imagen pero cuando me dí la vuelta y los observe de nuevo repare en un detalle: estaban cogidos de la mano. Sin poder evitarlo sonreí y seguí andando. 

Conforme me acercaba a casa pensé sobre aquello, no exactamente sobre el hecho propio, si no lo que llamaríamos el "hecho común". 
Pensé sobre el sentimiento que unía a aquellas dos personas, con vidas distintas, nada que ver unas con otras y que en un momento dado se cruzan... se cruzan para no separarse nunca. Y sí, todo resulta demasiado idílico, pero es real. ¿Cuantos años han pasado por medio? ¿Quizás 40? ¿Quizás 60? Pero para ellos no importaban. 

Al contrario de lo que comienzas a creer, empedernido lector, no es este texto un canto al amor, quizás sea algo parecido... algo parecido que no tiene nada que ver.
Quisiera en este instante, ya entrada la noche, defender el amor, pero también criticarlo. No quiero que suene a viejo ermitaño desenamorado, pero quiero decir que no comparto la parafernalia que alrededor del don de Cúpido se monta.
Y es que me encanta el amor, sí, sentirme enamorado, sonreír por tenerla cerca, disfrutar de sus besos, pero... ¿Y el resto del mundo?¿Es correcto olvidarnos de lo demás? ¿Es menos importante la amistad? ¿Los problemas de la gente anónima que compone este pequeño gran momento que entendemos por vida? ¿Carece de importancia el tiempo, la vida que nos queda por vivir? Y es que muchas veces renunciamos a experiencias que bien valdrían una vida por amor... y aquí es donde planteamos el dilema... ¿No es la mayor de las experiencias el amor? ¿La mayor de las aventuras?
No seré yo quién conteste, quien se decante claramente por una opción u otra pues aún creo que mi lírica desenfadada y filosófica está muy por debajo de cuestiones que embriagan al hombre distrayendo su naturaleza, consiguiendo que se siente y se cuestione.

PD.
Y es que hoy sólo soy ese pequeño hombre que busca tu mirada y se engaña así mismo haciendose creer que quizás, en la vida de una persona el amor no sea lo mas importante.
Porque aún tengo buenos recuerdos de las frías tardes de enero. Todavía me recuerdo apoyado en el desgastado banco frente a tu casa, con ese aire de tipo atrevido que no deseo ser esperando que bajaras por las escaleras que me separaban 34 pasos de ti.

Recuerdo, todavía, el perfume de tu piel... es el mismo que el de la mía.

jueves, 7 de abril de 2011

Mi lienzo escrito (III) Retales del pasado.

Andando despejaba los problemas que últimamente me acechaban. Se acercaba el verano y todavía no tenía claro que sería de mí en unos pocos meses. Realmente, no entendía por que me perseguían aquellos pensamientos. Los últimos tres meses había sido completamente feliz y no cuestionaba que ello fuera a cambiar en las próximas semanas asi que me relajé y disfruté de la ruta entre árboles que había decidido emprender hace pocas horas junto a la inseparable Shiba.
Mentalmente, cambie de tema y propuse centrarme en los sentimientos que en mi despertaba la llegada del verano. Era mi época favorita del año, no tanto por aquello de las vacaciones, que también se convertía en un factor importante, si no en los recuerdos. En la infancia. Y es que siempre que pensaba en buenos recuerdos acudía a mi memoria un día soleado, caluroso, un típico día de verano. Yo era de aquellos niños que disfrutaba el verano como si fuera el último, "Nunca se sabe que será de ti mañana, asi que disfruta, no dejes pasar el tiempo y dedica tiempo a aquellos que quieres" me decía mi padre en cada uno de nuestros filosóficos enzarzamientos de los que siempre salía derrotado pero victorioso, con un consejo nuevo a aplicar en mi vida, que se reiniciaba despúes de cada una de aquellas conversaciones.
Ahora que vivía en la montaña añoraba la playa, siempre he sido así de inconformista, asi que intentaba pasar un breve período de tiempo junto al mar siempre que podía. Me encantaba oír el romper de las olas en la orilla mientras leía cualquier libro, interés que cómo no, despertó mi padre desde pequeño, gran amante de los libros... Y de la montaña.


Tras dos horas largas de caminata decidí emprender la vuelta a casa, pero no sin antes descansar debajo de un árbol de gran tamaño con hojas de tonalidades verdosas diferentes, nunca había reparado en ello. Decidí que aquel árbol podría ser el comienzo de la historia que estaba escribiendo desde hace varios días. La idea nació cuando reflexionaba sobre la agetreada vida que había tenido mientras hablaba con Ella, que tras aguantar mi discurso durante diez minutos decidió contestarme con una palabra "Escríbelo". 
Seguramente, si la idea no hubiera nacido de aquella melena rubia, la habría desechado al instante, pero pensé durante dos segundos si realmente merecía la pena y acepté el reto. No es que me ilusionara escribir, pero lo escribiría como homenaje a todos aquellos que alguna vez me recordaron, que pensaron en mí o que sencillamente me ayudaron a ser mejor, pero también para relajarme, evadirme era la palabra. No había muchas cosas en la faz de la Tierra que me consiguieran sumergir en otro mundo: solamente mi lírica y sus ojos, que eran mi privilegio, y es que ambos formaban un bucle eterno: Lírica para sus ojos y sus ojos para mi inspiración, plasmada en forma de frases con sentido, oraciones formando la más medida lírica.
Tras aquel momento de evasión romántica decidí volver por el mismo camino mientras Shiba corría a mi lado ansiosa por llegar de nuevo a casa. Mientras regresaba quería dar forma al argumento de mi libro, pero no encontraba nada útil, me empezaba a no agradar tanto aquello de plasmar mi vida en un libro asi que opté por el resto de temas existentes en la narrativa del momento. Nada, no quería historias de tórridos romances, ni siquiera de romance; no quería aventuras de héroes irreales o de personajes superficiales, quería algo más, algo diferente, algo que no estuviera al alcanze del resto, con una profundidad nunca imaginable, quería las 4 dimensiones de la letra.
Atardecía, y cansado abrí la puerta de casa. Shiba cayó rendida en su alfombra mientras yo me quitaba las sucias botas de campo y la buscaba con la mirada. Subí las escaleras que llevaban al salón del segundo piso, con las últimas reservas energéticas del día y la observé dormida en el sofá. Tenía la mano apoyada bajo la mejilla y la otra abrazada al cojín turquesa con forma de luna. El dorado pelo caía a mechones sobre su frente y la encontré más preciosa que de costumbre. Me senté a su lado y pequeñas gotas de sudor impregnaban sus párpados asi que decidí destaparla con sumo cuidado de no despertarla de su letargo. Cuando me dí la vuelta la encontre mirándome. Como siempre, sonreía, ella era feliz y yo en aquel momento acababa de descubrir sobre qué escribiría mi libro, mi historia. Nuestra historia.

PD.
No sabía que la primavera duraba un segundo. Yo quería escribir la canción más hermosa del mundo.

lunes, 4 de abril de 2011

Mi lienzo escrito (II) Historia de una vida finita.

Amanecía. A través de los cristales de la ventana observé el jardín. Brotaban las últimas flores que replanté hace escasamente 2 semanas y lanzaban destellos añiles que se fundían con los rojos, azules y dorados de las que ya ocupaban una parte importante en el espacio de aquel pequeño huerto.


Me levanté de un salto de la cama y con una vitalidad que hacía días que no tenía me puse los impecables vaqueros que acababa de comprarme, una camiseta clara y salí a la calle.
El frío propio de la noche ya se estaba disipando y todavía podía observar el rocío depositado en el reverdecido césped.


Hacía un día genial para pasear con el perro, montar en bicicleta, caminar hasta quedar exhausto o para pensar, simplemente. Me decanté por la opción del mínimo esfuerzo e intenté recordar los motivos que me habían llevado hasta allí, hasta aquel lugar apartado de la ingobernable civilización.


Nunca me pude quejar de éxito en la vida. Nunca podré culpar a la deteriorada sociedad actual de haberme cambiado. Tenía todo lo que cualquier niño sueña de pequeño: una gran casa céntrica, influyentes amigos, coches lujosos, mujeres, fiestas... Una vida repleta de excentricidades y lujos que disfrutaba a costa de mi salud.


Tumbado en el suelo, con las nubes como único punto fijo de mi mirada, recuerdo perfectamente cómo me dí cuenta una tarde lluviosa y fría, hace ahora 3 meses, de que no quería pasar el resto de mis días así, anclado a una vida elitísta de apariencias y falsedades. Quería poder disfrutar de la calma, de las personas, de los ambientes que me quedaban por conocer en mi vida finita.
Pensé en cómo ahora era mucho más feliz, vivía con lo necesario y con ella, lo que convertía mi vida en algo totalmente completo y satisfactorio y cómo en un acto egoísta la había propuesto que escaparamos de aquella vida que nos atenazaba y nos cambiaba, nos volvía insoportables los unos con los otros. Recuerdo que me miró y sonrió. "Estaba deseando escucharlo".
Y aquí estoy ahora, con ella o tras ella, no sabría definir este sentimiento, pero si reconocerlo: Felicidad.


Cuando comenzé a divagar sobre su figura, escuche a mi espalda el ladrido de Shiba, aquel Labrador blanco aterciopelado que encontré hace 3 meses junto a su dueña, desde aquella tarde, no conozco la vida sin ambas.
Saltó encima y comenzó a juguetear, la encantaba arrancarme las primeras dosis de vitalidad del día. Tras varias carreras por el espacioso jardín caí de nuevo a mi retiro favorito, aquel mullido césped en el que me esperaba Shiba, estratégicamente colocada para utilizarla como almohada. Giré la cabeza y la observe en el marco de la puerta con una blanca taza en la mano y descalza, mirándonos como dos niños que se acaban de conocer. Quizás no era la mujer más guapa que existiera, quizás siquiera que hubiera conocido, pero aquella inteligencia, aquella mirada, aquella risueña personalidad... Eran mi debilidad. Con un gesto de cabeza pedí que se acercará y tumbandose sobre mi pecho susurro aquello de: ¿No es todo lo que habías soñado?. Inconscientemente ladeé la cabeza, observe su boca entreabierta y la besé.
- Todavía creo que es un sueño. Que eres un sueño.

 PD.
-¿Y tu? ¿Qué quieres ser?
- ¿Yo? Pues no lo sé seguro. Bueno, sí, grande. Quiero ser grande
- ¿Grande? ¿Y para que quieres ser grande? Todo llega a su tiempo
- No, no quiero ser grande en edad!
- Áh... Altura.¿Es eso verdad? No te preocupes, todavía tienes mucho tiempo para crecer!
- No! ¡La grandeza no se mide con altura!