miércoles, 27 de julio de 2011

No son mas que maneras de entenderte. De conocer la ruleta de la vida.

"Y sentir que todo alrededor cambia, si yo cambio"
Pero las palabras no son algorítmos exactos, ni precisan, muchas veces. No toda frase está sujeta a todo individuo ni una única trazada en un impoluto folio es capaz de describir una experiencia. Cuando cada persona puede adoptar una frase, entenderla y perfilarla con propio recorrido es cuando aprende un modo de vida, lo adopta hasta hacerlo suyo y aplica lo aprendido al incierto futuro.
Yo cambio, pues todo alrededor cambia. 
Quizás sea tan verdad como lo es lo anterior y entonces debemos cuestionarnos que consideramos como verdad, un problema filosófico que plantea una muralla inflanqueable de conocimiento, pues aún siendo nosotros los constructores de similar cita, no podemos comprenderla si no es recordando primeramente en que basamos nuestra verdad. Quizás la mía sea algo así como la heterogénea mezcla entre conocimiento, experiencia y lógica, algo así como la Verdad Común, pero nada es realmente cierto pues nadie se conoce realmente por mucho que se intuya a sí mismo.

Y todo lo que quiero decir, es que quizás sea lo ideal dejar las cosas al entendimiento, aclarando, por supuesto, los límites del entendimiento, un "hasta dónde" queremos ser interpretados. Quizás lo que quiera decir es que yo soy de la mitad que prefiere dejar abierta la puerta de la exactitud y adoptar la forma que más conviene, en vez de cerrarla con miles de cuentas matemáticas de una manera exacta e intangible. Pero todo esto es seguro malinterpretado como falta de decisión o puntería, como un "ahí lo dejo" o un "lo que surga", pero entonces es cuando aplico la experiencia, la lógica y el conocimiento y concreto, teniendo opciones y barajando cual será la más correcta.

Ya no se si tú, empedernido lector, has confundido esta charla con algo filosófico, o lo has tomado como un medio de reflexión o simplemente lo has comparado con algo tuyo, propio. He de decir que no buscaba la lírica enredada si no plasmar mi modo de vida de una manera entendible a cierto grado de cultura.
Quizás todo esto sea, como ya dije, algo autocomplaciente, para sentarme frente a las cursivas letras de la brillante pantalla, y sentir que aún queda algo del ávido lector que fui no hace mucho y que ahora entona un "Mea culpa"  por haber abandonado ese mundo paralelo de las palabras.
Para ellas, para las palabras, que me hacen entender la vida de forma diferente, va éste escrito de un admirador, como homenaje a todo aquello que hicieron grande y por todos aquellos que hacen de ello un modo de vida.

PD.
Cerca de cincuenta años
caminando contigo, Poesía.
Al principio
me enredabas los pies
y caía de bruces
sobre la tierra oscura
o enterraba los ojos
en la charca
para ver las estrellas.
Más tarde te ceñiste
a mí con los dos brazos de la amante
y subiste en mi sangre
como una enredadera.
Luego te convertiste en copa.
Hermoso fue
ir derramándote sin consumirte,
ir entregando tu agua inagotable,
ir viendo que una gota
caída sobre un corazón quemado
y desde sus cenizas revivía.
Pero no me bastó tampoco.
Tanto anduve contigo
que te perdí el respeto.
Dejé de verte como
náyade vaporosa
te puse a trabajar de lavandera,
a vender pan en las panaderías,
a hilar con las sencillas tejedoras,
a golpear hierros en la metalurgia.
Y seguiste conmigo
andando por el mundo,
pero tú ya no eras
la florida estatua de mi infancia.
Hablabas, ahora,
con voz férrea.
Tus manos
fueron duras como piedras.
Tu corazón
fue un abundante
manantial de campanas,
elaboraste pan a manos llenas,
me ayudaste a no caer de bruces,
me buscaste compañía,
no una mujer,
no un hombre,
sino miles, millones.
Juntos, Poesía,
fuimos al combate,
a la huelga,
al desfile, a los puertos,
a la mina,
y me reí cuando saliste
con la frente manchada de carbón
o coronada de aserrrín fragante
de los aserraderos.
Y no dormíamos en los caminos.
Nos esperaban grupos
de obreros con camisas
recién lavadas y banderas rojas.
Y tú, Poesía,
antes tan desdichadamente tímida,
a la cabeza fuiste
y todos
se acostumbraron a tu vestidura
de estrella cotidiana,
porque aunque algún relámpago delató tu familia
cumpliste tu tarea,
tu paso entre los pasos de los hombres.
Yo te pedí que fueras
utilitaria y útil,
como metal o harina,
dispuesta a ser arado,
herramienta,
pan y vino,
dispuesta, Poesía,
a luchar cuerpo a cuerpo
y a caer desangrándote.
Y ahora,
Poesía,
gracias, esposa,
hermana o madre
o novia,
gracias, ola marina,
azahar y bandera,
motor de música,
largo pétalo de oro,
campana submarina,
granero
inextinguible,
gracias,
tierra de cada uno
de mis días,
vapor celeste y sangre
de mis años,
porque me acompañaste
desde la más enrarecida altura
hasta la simple mesa
de los pobres,
porque pusiste en mi alma
sabor ferruginoso
y fuego frío,
porque me levantaste
hasta la altura insigne
de los hombres comunes,
Poesía,
porque contigo
mientras me fui gastando
tú continuaste
desarrollando tu frescura firme,
tu ímpetu cristalino,
como si el tiempo
que poco a poco me convierte en tierra
fuera a dejar corriendo eternamente
las aguas de mi canto.
                                                              Pablo Neruda. Oda a la poesía.