sábado, 17 de noviembre de 2012

Es complicado encontrar el punto exacto en la mayoría de las cosas. 
Ser objetivo supone un reto que no todo el mundo puede afrontar.
Y si todo esto no fuera suficiente, ser objetivo y exacto en las cosas abstractas se vuelve aún más titánico.
Dar siempre es más complicado que recibir si hablamos de bienes materiales, de objetos y cosas.
La tarea se vuelve inversa si hablamos de amistad o amor pero ser vuelve a retorcer si intercambiamos ideas o tranquilidad, estabilidad o fortaleza.

Inevitablemente en la vida, nos situamos en ambos lados de la línea. Intercambiamos los papeles protagonistas de nuestra única representación efímera y tanto damos y nos es compensado tan, tan poco; como tan, tan poco damos y nos es recompensado algo tan, tan grande.
El problema está en no conocer que representamos ambos papeles. Ceñirnos a un guión de aquel personaje que más nos gusta y olvidarnos de la otra parte de la representación, ese porcentaje que está a la misma altura y que no podemos improvisar.
El escenario de nuestra obra, no siempre es yermo, predispuesto para que salgamos a demostrar que sabemos representar ambos papeles. Siempre posee una dinámica que actúa detrás de nosotros, algo así como el "decorado" de las grandes obras. 
Ese prado verde, o ese cielo añil de las grandes óperas primas es sustituido en el Teatro de Nuestra Vida como una especie de Bien y Mal. Qué está bien y qué está mal. 

- Puede que estés aportando a los demás algo y recibiendo muy poco.
Puede que estés interpretando un magnífico personaje y completando la otra parte de la actuación con un personaje sincero y sin trasfondo, lo justo para que el público recuerde tu primera parte de la representación.
- ¿Pero es Bueno aquello que estamos dando?
¿Pero es real aquello que estamos mostrando ante el patio de butacas?

En realidad, el teatro consiste en eso, en engañar, en crear una ilusión, una idea a aquellos que se agolpan a las entradas de un magnífico salón de actos. Y cuando la función acaba, ellos son felices si lo que han visto les gusta. Y el actor o la actriz es la más dichosa del mundo, pero cuando se apagan las luces y se envuelve en la bufanda, el frío invierno cala los huesos y el mundo sigue girando de la misma manera que antes de la función, cuando la mismísima vida era tan dura como la roca.

martes, 30 de octubre de 2012

El día que la amalgama desapareció.

Gris día para no encontrarnos
para no abrazarnos 
para no mirarnos
para no besar.

Gris día para huir
para salir
para sentir
para ser capaz. 

Gris día para agachar la cabeza.
Día oscuro para cumplir promesas.
Promesas que nos hicimos en aquella calle de plata tan gris...
Tan gris que no regresa.


"No salieron jamás
del vergel del abrazo. 
Y ante el rojo rosal
de los besos rodaron.

Huracanes quisieron
con rencor separarlos.
Y las hachas tajantes
y los rígidos rayos.

Aumentaron la tierra
de las pálidas manos.
Precipicios midieron,
por el viento impulsados
entre bocas deshechas.
Recorrieron naufragios,
cada vez más profundos
                                                                    en sus cuerpos sus brazos.

                                                                  Perseguidos, hundidos
                                                                   por un gran desamparo
                                                                  de recuerdos y lunas
                                                                    de noviembres y marzos,
                                                                 aventados se vieron
                                                                 como polvo liviano:
                                                                   aventados se vieron,
                                                                       pero siempre abrazados."

                                                              Miguel Hernández




martes, 16 de octubre de 2012


Casi había olvidado escribir. Miento si no cuento que a menudo improvisaba mil frases que en mi mente sonaban preciosas. Unas con tu nombre, otras con el suyo, muchas con el mío solo. Repetía mil palabras que no sabía como unir. ¿Cómo intentar dar sentido a algo que no lo tiene?. 

Aún pienso que si algún día quiero escribir una novela, si aún quiero mantener ese sueño, voy a tener que vivir a latidos. A bandazos. A temporadas. Mi vida tranquila no me permite los excesos del corazón y el poco temple de mi mente para escribir. Para contar una historia, narrar un beso, tararear una canción de lento ritmo necesito vivir fuera de cualquier rutina. Necesito no saber qué será mañana de nosotros, que mi corazón se arrugue y más tarde vuelva a latir con más fuerza, con el miedo que conlleva la incertidumbre o para otros el placer que conlleva la sorpresa.
Quiero escribir, claro que quiero... Pero ya no sé si quiero vivir así. Ni siquiera sé si quiero dejarme querer o no callar, y caer. 
Esto ya no es un juego de niños, los veranos queman y los inviernos enfrían la piel, amedrentan los sentidos y las pocas arrugas de los diecinueve años van creando surcos.
Pero aún así, seguimos atrapados en éste bucle. Seguimos atrapados en un tiovivo que nos impide salir pero que a la vez seguimos rotando para que no nos impida dejarnos ir. Cada uno por un camino. Distinto. Enfrentados. Pero cuando consigamos detener este juego, cuando entendamos que nada tiene valor entre dos personas apolares, volverán a cruzarse. Y sólo queremos que se crucen, una y otra vez. Sólo buscamos dañarnos, una y otra vez. Sólo buscamos curarnos cicatrices, una y otra vez. Sólo nos buscamos el uno al otro, nos mentimos creyéndonos libres, una y otra vez.

Olvidarse no es el destino de dos personas cuyo último fin es la felicidad. Pero qué sabrá el destino cuál es el fin si la felicidad reside en la otra persona junto con el error, junto con las lágrimas...
¿Quién entiende nada?¿Quién conoce el mañana?
Quizás nos estemos equivocando, pero nada es eterno, ni siquiera el error.


PD: No cierres tu puerta, estoy contando los pasos que hay hasta la mía abierta.

jueves, 26 de abril de 2012

Paula, es un bonito nombre para cualquier día nublado.


Observamos el paso del tiempo. Nos detenemos y reflexionamos sobre ello. Lo paramos, lo retrocedemos, lo avanzamos e incluso a veces lo disfrutamos. Pero nunca aprendemos de esa esencia abstracta que es tan inherente al ser humano como lo es razonar o soñar.
No aprendemos a sorprendernos cada día ni tratamos de observar lo rutinario como único. 


Como cada mañana, olvidé pensar en ella. 
Me llamaba la atención aquella cara bonita acompañada de una sonrisa que no parecía tener nada que ver con la felicidad. Esa sonrisa que escondía algo más que una vida diferente.
Reparé en ella cuando apenas se colaba en mi cabeza aquella explicación numérica que nunca parecía acabar y que me empujaba irremediablemente a ver los primeros rayos de sol en las caras de mis compañeros. Aquella mirada serena contemplaba lo que yo no era capaz de siquiera comprender. Con el gesto de aquel que conoce la solución me miró, y de no haber cruzado nunca más de dos frases con ella, hubiera pensado que era de esa clase de mujer que tiene todo bajo control. 
Aunque yo verdaderamente sabía, que no había nada más lejos de la realidad.
Tras reparar en mi mirada exploradora, decidió maquillar el gesto dedicándome un guiño de ojos nada desmerecido al de cualquier famosa actriz de cine.


Hoy, todavía recuerdo aquella situación. Han pasado casi dos meses y como desde entonces, su mirada se sigue posando cada día en las nubes. Nubes que rodean aquella rubia melena los días nublados. También he pensado últimamente, que quizás fuera ella la cuerda, y yo el loco que intentaba entender algo de ella o al menos cercar su campo de pensamiento, para intentar poner puertas al campo. Intentaba ser quien la escuchara, pero ahora sé que no necesita que la escuchen, tan solo hablar. Hablar de la vida, hablar de las noches, de los trenes o de ciudades recónditas, pero nunca, nunca más de amor.


Y tal vez, después de todo, nunca aprendería nada de ella.

domingo, 4 de marzo de 2012

Por aquella Praga que me enseñó a rimar "sueño" y "dolor".

Ante nosotros no existía el horizonte. Los rojos tejados acababan y allí, nacían las blancas paredes de los próximos. Donde éstos se perdían resurgía un destello verdoso que sólo los años y la lluvia otorgan. 
El puente de Carlos mantenía mis pies en el suelo mientras mi cabeza revoloteaba sobre aquel magnífico castillo.
Ciudad de paz y pensadores. Filósofos y navegantes. Embrujo del alma.
Quizás nunca se escribió un poema épico de aquella Ciudad de los Sueños, pero sobre el río Moldava se sentían los mejores besos, se escuchaban las mejores notas, se soñaban las mejores sombras de un atardecer, se acariciaban los más suaves cabellos e incluso la felicidad se respiraba de otra manera.


Aquella ciudad predilecta por soñadores y artistas, ladrona en aquel marzo pasado, era el legado de una historia que merece ser escuchada. De unas gentes que merecen una mirada indiscreta mientras los últimos rayos de sol, nos piden que no abandonemos a su suerte aquella prodigiosa arquitectónica.
Mientras los últimos rayos de sol nos piden, que nunca abandonemos Praga.


PD: Como aquel soñador enamorado que un día escribió con el recuerdo de Praga reciente en la memoria y retina: "Hay cosas en la vida que tienen un antes y un después y que se marcan en aquello que llamamos memoria, otras se olvidan. Aprendamos a diferenciar cuales son las que realmente queremos recordar para siempre"

lunes, 20 de febrero de 2012

Nunca los valientes quisieron ser héroes. Nunca el silencio supo acallar miradas. Nunca la soledad estuvo sola.

Todavía penetraba en mis huesos el frío de la mañana. 
No recordaba una sensación de tristeza parecida.
Frío en las miradas, en los gestos y en los detalles. 
Frío en los abrazos, las voces, las caricias y los besos.
Quedaba atrás ese mundo de brillo dorado bañado por el sol de enero. 
Ese mundo que pese al frío, buscaba refugio en los pocos rayos que vencían las nubes en una carrera distante a la realidad. 
Distante a la dura realidad. A la realidad donde no quedan esperanzas. 
Realidad de anhelos materiales y vidas entrecruzadas con flores de espino.
Realidad que construye imposibles muros de rocas con cada uno de nuestros deseos, apilados, unos sobre otros, convirtiéndolos en cárcel. 
Cárcel de sentimientos de la que tan siquiera podemos huir volando, pues ya no creemos en las alas.
Cárcel que se viste de musa y pinta en nuestras líneas la palabra "Soledad".


No quedan ganas de huir. Siquiera recordamos cómo lo hicimos otras veces.
No quedan ganas de ayudar a huir. Las miradas se apagan y con ellas rostros que lloran bajo las estrellas esperando que el tiempo y la fortuna coloquen en sus manos todo aquello que merecen. Los versos con los que juraron y que ya no valen nada, enterradas aquellas palabras bajo sacos de algo más que simples papeles.


PD. Y apareces tú. Con tus mejillas rojas y tu pelo negro y me enseñas que todavía no se ha cubierto el cielo. Que quedan cosas bonitas, letras cursivas y lágrimas de felicidad. Detalles dignos de un magnífico ebanista que todavía no ha terminado su obra y que en silencio, pide que coloque la última pieza de éste puzzle que aún no se dónde guardar.