sábado, 31 de diciembre de 2011

Después de cada minuto de esfuerzo espera una eternidad de gloria.

Y no quería cerrar el año sin escribir,  aunque fuera en el breve espacio en que mientras todos se arreglan, un servidor escribe, para realizar la entrada más diferente de todas cuantas he vendido por el pequeño precio de una sonrisa.
Y es que las líneas de hoy, serán como aquella nota que dejamos bajo el colchón y que revisamos al tiempo, haciéndonos meditar si hemos cumplido lo que nos prometimos.
Yo, personalmente quiero prometerme superación, que supongo llevará a que más a menudo, venga a esparcer sobre mis párpados, alguna pequeña especie de hada, esa energía llamada Suerte.
Me quiero prometer, que me cuidaré mental y físicamente. Que trataré de crecer como persona, algo que seguro ayuda la veteranía la cual no conoce límites.
Lucharé por ser ese chico que siempre quise ser, con sus idas y venidas, con sus más y sus menos, capaz de complacerse con lo más mínimo, con apenas estas líneas, con apenas éste guiño de ojos, ese respirar de tus pestañas.
Sin mas, quiero cerrar un año. Uno más. Quizás para olvidar. Quizás mágico. Un grado más en esta escalera casi infinita, que es la vida de una persona.

PD: Y es que quiero que esto, sea una entrada más. Un apunte en el margen de un folio. Una manera de mostrar que no siempre es necesario sentir para escribir, si no únicamente disfrutar haciéndolo.

martes, 20 de diciembre de 2011

Somos del mismo material del que se tejen los sueños.

Soñaba con tener un frasco, algo pequeñito y cristalino, donde guardar mis pensamientos cada día, a cada instante. Algo liviano y brillante con tapón de corcho de esos que apretaba con fuerza cuando sólo era un niño.
Soñaba con guardar todos los pensamientos negativos, las intuiciones, los refranes, los susurros idiotas.
Soñaba también, con guardar frías tardes de invierno, breves tardes de verano, mañanas interminables y mil noches lloviosas. Tantas veces.
Soñaba con acabar con todos los madrugones, los paseos interminables, las tardes soleadas de estudio y el trabajo día a día.
Soñaba con una vida de esfuerzo, victoria y éxito. Con una vida diferente a todo lo demás, una vida que nadie entendiera.
Soñaba con noches de fiesta, derroche, lujos y mil objetos limitados. Actos multitudinarios, preguntas fugaces. Vida intranquila. Vida rápida.
Soñaba con noches al calor de una chimenea y libro. Tardes de césped y montaña. Mañanas soleadas y saladas, brisa eterna de mar. Vida sencilla.
Soñaba con escribir mil libros. Cientos de historias de valor incalculable. Premios Nobel e incluso estrellas fugaces con mi nombre.
Soñaba con poemas escritos a lápiz, emborronados, tachados, ajados y rotos. Escondidos bajo llave en la alacena de una pequeña casa de madera.

Soñaba, que los sueños sueños son. Que las personas, estamos formadas de sueños y sólo nosotros mismos alimentamos esa hoguera. Que no hay mayor sueño que el soñar y que también se sueña despierto.

PD. Y serán mil Navidades las que pase sin ti. Mil historias que ya no me contarás y mil besos que ya no daré. Mil veces las que no te cuidé lo suficiente y mil veces las que me arrepentiré de poner nombre y sonrisa a estas líneas, que nunca voy a leerte. Que te echaré de menos y como tú hiciste, nunca dejaré de soñar. Porque un hombre que no se alimenta de sus sueños, envejece pronto.
Soñar que estás aquí abuelo. Soñar que todavía no te has ido.

martes, 29 de noviembre de 2011

Historias anónimas de vidas comunes.

Amanecía con el mismo pijama a rayas de siempre. Como cada día el sol se colaba por las mismas rendijas de la ventana reflejándose en el cristal colocado a los pies de la cama. Hoy, después de 39 años, despertaba solo. Los quejidos de la puerta se hacían cada vez más intermitentes guardando relación con el viento que dejaba de soplar, quizás entendiendo que no prestaría atención a lo que había fuera.
Desconocía que día era, hacía años que no miraba el calendario. Sabía que era jueves si ella madrugaba, sábado si me despertaba entre abrazos y lunes y miércoles si llegaba antes de la media tarde a casa.
Extendí el brazo decidido a comer algo, pues aunque no pensaba si quiera en comer, mi cuerpo comenzaba a perder peso a pasos agigantados. Dejando atrás el frío que ahora dormía conmigo bajo ese edredón que fue hoguera, apoyaba ambos pies cuando sin sentir la planta de ellos, caí al suelo de madera como un silencioso baile improvisado. 
Lo siguiente que recuerdo fue la oscuridad de la noche colándose por el espacio donde antes, brillaba aquel dorado inolvidable.
Con el tiento de aquel que tropieza y aun observa la piedra a sus pies, intente incorporarme sin éxito. Me preocupaba que estaba pasando en mí y quizás la falta de alimentos fuera más preocupante de lo que pensaba. Como pude alcanzé el pequeño armario donde guardaba la comida, obligándome a comer.  En la misma posición que había despertado, me quedé dormido aguardando que todo fuera mejor. 
Bañado en sudor, desperté sobresaltado con un único pensamiento: su figura, aquella que no vendría para ayudarme a levantarme nunca más. Seguía sin poder moverme y ahora comenzaba a sentir un terrible dolor en ambos brazos. Comenzaba a temer que no habría más amaneceres para mí en aquella playa que me vió crecer, ni más reflejos en aquel cristal situado al pie de la cama que me vio enamorarme. Aun así, no tenía miedo a morir, tenía miedo a la soledad y quizás aquello que estaba sucediendo, era un caprichoso favor del destino, que no quería dejarme enloquecer sin ella entre las cuatro paredes de una pequeña cabaña perdida en la inmensidad de la arena.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Siempre, recuerda quién fuiste. Que aprendiste. Porqué viviste.

No hay nada mejor que poder aprender de ti, de ese buen amigo. Un buen compañero de viaje en la vida, alguien que te ayuda a llevar ese peso de una maleta, que ya de por sí, pesa demasiado como para añadirle desilusiones u hojas de cálculo. 
Como todo, valoramos tarde muchas de las cosas que apreciamos o damos por completas aquellas que no lo están y que al igual que un sueño hay que alimentar. No quise ser de aquellos, y siempre cuidé, cuanto pude o me dejaron, a aquellos que tenía cerca. 

Hoy, me he dado cuenta de lo importante que es tener alguien con quien contar. Con quien poder debatir, con quien poder reír y poder recordar viejos tiempos, a veces no tan lejanos. No hace falta mucho para ser feliz. 
Y es que hoy, he dejado aparte la inspiración filosófica por un buen sustituto racional que apoye cuantos argumentos puedo ofrecer, a ti, mi buen amigo, para que siempre camines conmigo. Quizás en un futuro no recordemos el tiempo que perdimos, puede que ganáramos, soñando con el amor imposible, una vida de oro o sorprendiéndonos acerca del mal despertar del compañero, pero seguro que recordamos los abrazos que nos dimos, los consejos y las medidas declaraciones de derechos, que entre nosotros no escribimos, como tú bien sabes, por vaga letra, pero que siempre argumentamos.
Porque aprendimos que el dinero no vale nada, y que ser rico es un lujo innecesario. Que las metáforas son hechos y los hechos, son para compartirlos. Que los vicios son mejor en compañía y los secretos compartidos mejor que dentro de olvidadas cajas de hilo musical.
Yo por mi parte, espero que pasen los años y cubran nuestra piel de imperfecciones y nuestras manos con las cicatrices únicas del tiempo, pero nunca nuestro espíritu emprendedor, con traspiés en ocasiones, de dos chiquillos que necesitan compartir las mil cosas que vuelan en su cabeza.


Para Guille, aquel desconocido que decidió compartir su tiempo conmigo.
Para él, político superlativo, gran escritor, pésimo poeta.
Gracias.

lunes, 24 de octubre de 2011

Porque es importante que exista un mañana con un ayer.

Apagué las luces y tranquilamente disfruté del momento. La luna brillaba redonda en el cielo mientras las estrellas envidiosas, luchaban por ser un pequeño eco de luz a su lado. Hacía una noche preciosa, una de esas noches de lluvia de estrellas y como un niño decidí sentarme en el suelo de aquella habitación que me había visto crecer. Disfrutaba mirando a través de los cristales. Era una experiencia repetida y única. Algo así como descubrir aquello que ya esta inventado.
Cuando me imaginaba a mí mismo, retratado mirando por aquel pequeño ventanal, imaginaba todos los sueños capaces de crear una persona. Todos los retos y todas las victorias que somos capaces de experimentar... Todas las cosas que da pensar bajo la luna.
Decidí que aquel momento era mágico y no iba a desaprovecharlo. Abrí el cajón y con cuidado agarre la vieja caja de puros donde guardaba mil recortes de papel escrito y otros tantos por escribir. 
Me sentía inspirado. Me sentía esperado conmigo mismo. Sentía que estaba en deuda con las palabras y que me pedían entre susurros que les contara qué latía bajo la piel. Qué escondían mis venas. 
Era un secreto, uno de esos secretos compartidos. Una sensación caliente y brillante como la sangre. Un sentimiento incontrolable, incapaz de entender, quizás sólo resumido en un "ven conmigo" o un "te echo de menos". Esa sensación tan atrevida como insana. Tan reconfortante como asfixiante. Tan sencilla como enrevesada.
No debía, no tenía que decirlo. Tenía miedo a dejar escritas mil cosas, que quizás algún día enterraría entre cenizas y arrinconaría en la memoria. Y no lo merecerían. Pero no, ya no tenía aquel miedo. Aquella duda. Y lo escribí. Decidí dejar constancia de lo que pasaba por mi cabeza en esos instantes y ahora, leyendo aquellas líneas, veo con orgullo que aquella tinta está forjada al papel. Que son inseparables y que algún día las leeré sin miedo a arrepentirme de poner un "te quiero" al final de cada línea basándolo únicamente en su mirada de corazón incontestable. 

Porque pase lo que pase, la memoria es ingobernable y si bien algún día olvida todo, guardaré siempre una caja de puros de madera donde recordar cada sentimiento y cada capítulo de una historia que no tiene final. Y si yo olvido dónde guardé los pedazitos de mi corazón en forma de letras, recuérdamelo tú, que hay mayor tristeza que no recordar. Que no estés tú para ayudarme a hacerlo.

miércoles, 27 de julio de 2011

No son mas que maneras de entenderte. De conocer la ruleta de la vida.

"Y sentir que todo alrededor cambia, si yo cambio"
Pero las palabras no son algorítmos exactos, ni precisan, muchas veces. No toda frase está sujeta a todo individuo ni una única trazada en un impoluto folio es capaz de describir una experiencia. Cuando cada persona puede adoptar una frase, entenderla y perfilarla con propio recorrido es cuando aprende un modo de vida, lo adopta hasta hacerlo suyo y aplica lo aprendido al incierto futuro.
Yo cambio, pues todo alrededor cambia. 
Quizás sea tan verdad como lo es lo anterior y entonces debemos cuestionarnos que consideramos como verdad, un problema filosófico que plantea una muralla inflanqueable de conocimiento, pues aún siendo nosotros los constructores de similar cita, no podemos comprenderla si no es recordando primeramente en que basamos nuestra verdad. Quizás la mía sea algo así como la heterogénea mezcla entre conocimiento, experiencia y lógica, algo así como la Verdad Común, pero nada es realmente cierto pues nadie se conoce realmente por mucho que se intuya a sí mismo.

Y todo lo que quiero decir, es que quizás sea lo ideal dejar las cosas al entendimiento, aclarando, por supuesto, los límites del entendimiento, un "hasta dónde" queremos ser interpretados. Quizás lo que quiera decir es que yo soy de la mitad que prefiere dejar abierta la puerta de la exactitud y adoptar la forma que más conviene, en vez de cerrarla con miles de cuentas matemáticas de una manera exacta e intangible. Pero todo esto es seguro malinterpretado como falta de decisión o puntería, como un "ahí lo dejo" o un "lo que surga", pero entonces es cuando aplico la experiencia, la lógica y el conocimiento y concreto, teniendo opciones y barajando cual será la más correcta.

Ya no se si tú, empedernido lector, has confundido esta charla con algo filosófico, o lo has tomado como un medio de reflexión o simplemente lo has comparado con algo tuyo, propio. He de decir que no buscaba la lírica enredada si no plasmar mi modo de vida de una manera entendible a cierto grado de cultura.
Quizás todo esto sea, como ya dije, algo autocomplaciente, para sentarme frente a las cursivas letras de la brillante pantalla, y sentir que aún queda algo del ávido lector que fui no hace mucho y que ahora entona un "Mea culpa"  por haber abandonado ese mundo paralelo de las palabras.
Para ellas, para las palabras, que me hacen entender la vida de forma diferente, va éste escrito de un admirador, como homenaje a todo aquello que hicieron grande y por todos aquellos que hacen de ello un modo de vida.

PD.
Cerca de cincuenta años
caminando contigo, Poesía.
Al principio
me enredabas los pies
y caía de bruces
sobre la tierra oscura
o enterraba los ojos
en la charca
para ver las estrellas.
Más tarde te ceñiste
a mí con los dos brazos de la amante
y subiste en mi sangre
como una enredadera.
Luego te convertiste en copa.
Hermoso fue
ir derramándote sin consumirte,
ir entregando tu agua inagotable,
ir viendo que una gota
caída sobre un corazón quemado
y desde sus cenizas revivía.
Pero no me bastó tampoco.
Tanto anduve contigo
que te perdí el respeto.
Dejé de verte como
náyade vaporosa
te puse a trabajar de lavandera,
a vender pan en las panaderías,
a hilar con las sencillas tejedoras,
a golpear hierros en la metalurgia.
Y seguiste conmigo
andando por el mundo,
pero tú ya no eras
la florida estatua de mi infancia.
Hablabas, ahora,
con voz férrea.
Tus manos
fueron duras como piedras.
Tu corazón
fue un abundante
manantial de campanas,
elaboraste pan a manos llenas,
me ayudaste a no caer de bruces,
me buscaste compañía,
no una mujer,
no un hombre,
sino miles, millones.
Juntos, Poesía,
fuimos al combate,
a la huelga,
al desfile, a los puertos,
a la mina,
y me reí cuando saliste
con la frente manchada de carbón
o coronada de aserrrín fragante
de los aserraderos.
Y no dormíamos en los caminos.
Nos esperaban grupos
de obreros con camisas
recién lavadas y banderas rojas.
Y tú, Poesía,
antes tan desdichadamente tímida,
a la cabeza fuiste
y todos
se acostumbraron a tu vestidura
de estrella cotidiana,
porque aunque algún relámpago delató tu familia
cumpliste tu tarea,
tu paso entre los pasos de los hombres.
Yo te pedí que fueras
utilitaria y útil,
como metal o harina,
dispuesta a ser arado,
herramienta,
pan y vino,
dispuesta, Poesía,
a luchar cuerpo a cuerpo
y a caer desangrándote.
Y ahora,
Poesía,
gracias, esposa,
hermana o madre
o novia,
gracias, ola marina,
azahar y bandera,
motor de música,
largo pétalo de oro,
campana submarina,
granero
inextinguible,
gracias,
tierra de cada uno
de mis días,
vapor celeste y sangre
de mis años,
porque me acompañaste
desde la más enrarecida altura
hasta la simple mesa
de los pobres,
porque pusiste en mi alma
sabor ferruginoso
y fuego frío,
porque me levantaste
hasta la altura insigne
de los hombres comunes,
Poesía,
porque contigo
mientras me fui gastando
tú continuaste
desarrollando tu frescura firme,
tu ímpetu cristalino,
como si el tiempo
que poco a poco me convierte en tierra
fuera a dejar corriendo eternamente
las aguas de mi canto.
                                                              Pablo Neruda. Oda a la poesía.

jueves, 23 de junio de 2011

Hermanos, camaradas, amigos; yo quiero sólo cantar vuestras penas y alegrías, porque el mundo me ha enseñado que las vuestras son las mías.

Con las manos cansadas y los brazos entumecidos decidió sentarse a escribir. Le gustaba hacer aquello que sólo requería algo de imaginación y vida que contar. Con una desconocida lentitud alzó la pluma y comenzó a rasgar el papel que se encontraba sobre la envejecida mesa de escritorio. Deseaba cambiar el mundo con algo de tinta negra y sus divagaciones, pero cada día se daba cuenta de que lo único que cambiaba era él mismo.
Aquellas últimas semanas eran las más dolorosas que recordaba en años. La gente decía, que era un hombre joven, que físicamente tenía un aspecto que más de uno desearía, pero por dentro era cada día cien años más viejo. Al igual que las termitas de los viejos troncos, aquellos problemas de amistades y amores estaban acabando con él, dejándolo vacío por dentro de todo sentimiento y debilidad. Lo poco que quedaba de aquel amante de la vida se consumía con cada nuevo amanecer, sintiéndose impotente por no parar el tiempo cuando todavía era de noche, por no sufrir un día más.

El que fuera gran defensor de la poesía y creyente convencido de la prosa romántica, dejaba de creer en la lírica como energía motora de un mundo mejor para convencerse de que aquellos trazos en el papel, no eran sino pedazos de un alma que otros no podrían entender, motivos para sonreír cuando desaparecían las ganas. Anhelaba el efecto causado por sus palabras en las jóvenes antaño, pero realmente no era esa su preocupación. Dudaba de sí mismo y de aquello que medía su vida, aquella inteligencia que era todo cuando tenía y que fallaba, o eso comenzaba a creer.
Ya no convencía a nadie, todos sus discursos sonaban vacíos y la gente le escuchaba asintiendo con la cabeza para darse la vuelta y huir, lanzando al aire pensamientos interiores carentes de toda admiración por su trabajo, su vicio y su vida: las palabras.

Con los magullados brazos apoyados en el escritorio miraba el reloj y vacilaba decisiones, soluciones a todo aquello. Hacía días que dormía mal, no se acostumbraba a la soledad y desde que Ella se fue, la casa era más oscura y silenciosa. Él se negaba a olvidarlo todo, a dejar que el tiempo fluyera a la misma velocidad que cuando ella estaba junto a él, seguía sin entender como el tiempo pasaba tan deprisa al cobijo de su mirada y como relajaba su ritmo el pequeño minutero ahora que faltaba su perfume. Pensó, entre mil cosas, los motivos de su esperada marcha y no encontró arrepentimiento alguno, habían disfrutado juntos e incluso hasta los últimos días habían sido realmente felices.
Echando la vista atrás decidió recordar aquellos cortos días de primavera en que compartían sólo amistad, pero también secretos bajo la piel, secretos desvelados que ahora dormían con él al igual que ángeles caídos. Le atormentaba el pasado y su futuro incierto no aventuraba tiempos mejores. 
Se levantó tirando la pluma contra el suelo y se arrodillo sobre la desgastada tarima de la habitación. Había anochecido por entonces y a tientas decidió buscar la puerta para dejar pasar algo de luz en la habitación, no pensaba seguir escribiendo. Con dificultad abrió la puerta que rechino bajo los goznes. Avanzó por el pasillo y poniendo la mano en el pomo de la puerta que conducía a aquella calle con nombre de película y lo hizo girar, esperando al otro lado de la puerta el destello dorado de un pelo que había tratado de ahogar en vasos de alcohol. 
Cuando el espacio entre el marco y la puerta fueron suficientes para la salida de un hombre dio un paso adelante y levantó la cabeza. No lo esperaba, pero allí estaba la sombra de alguien conocido esperando su salida. Era su fiel amigo, aquel con el que tantos ratos había compartido y con quién tantos secretos unían. Con frialdad se acercó a él y manteniendo sus oscuros ojos fijos en él lo abrazó como a un hermano, no quería consuelo, no buscaba aquello, si no simplemente compartir unos minutos de silencio con aquel que lo esperaba a su puerta olvidando el pasado.

domingo, 19 de junio de 2011

Hoy es uno de esos días que te levantas con un nudo en el pecho, allí donde empiezan las mariposas del estómago y acaban los tonos que dibujan tus palabras.
He decidido levantarme más temprano que de costumbre, últimamente me quedo dormido pronto con ese pequeño placer que resulta para mí dormir escuchando la radio.
Como cada día al despertarme, me gusta mirarme en el espejo, con sus defectos y sus virtudes pero que no cambio por nada. Agua fría baña mis ojos y me siento algo más despierto. Me coloco mi significativo reloj blanco en la muñeca izquierda, me despeino y me peino cuál cantante de poca monta y pienso en qué ha sido de mi vida. Mientras preparo algo de leche fría en una reluciente taza blanca recuerdo el último año, desde aquel mes de junio de 2010. Cómo cambian las cosas en un año, y las personas. Quizás para mal, mayoritariamente para mejor. Me recuerdo en aquel mes de agosto que perdurará en mi memoria para siempre y debajo de aquellos recuerdos de dolores y fiebres una palabra en cursiva donde leo claramente "Cariño".
Muchas veces las cosas negativas traen de la mano buenos aires, renovados, muy valiosos, en este caso, el valor de las personas. La fuerza de la dedicación y el agradecimiento eterno a cada uno de ellos. 
Alzo la mano, observandome el pequeño lunar de mi mano diestra y alcanzo las doradas galletas que se esconden tras un pequeño bote rosáceo.
He decidido desayunar en el salón, otro de esos pequeños gustos de los que disfruto en limitadas ocasiones. Hoy además, he decidido ser algo más feliz y algo más tranquilo. He decidido relajarme escuchando a la reciente revelación para mí, John Mayer mientras miraba por la ventana y me preguntaba acerca de la vida, uno de esos momentos tontos que tenemos durante el día y que hoy se ha centrado en lo material, en el valor de las cosas sensibles.
Tras desvariar con esa filosofía que tanto me gusta he decidido enfundarme mis pequeñas gafas negras y sentarme a escribir ésto mismo. Me he desprendido con un suave sonido metálico del impoluto reloj y me he sentado frente a las inmutables flores de madera que decoran la mesa del salón con un blanco teclado entre mis dedos y un espacio vacío en forma de cuadrícula que me pedía una muestra de cariño y algo de dedicación para hacer aquello que tanto me gusta, escribír.
Algo me ha sorprendido mientras sonaba aquella limpia melodía del "Free Fallin" de Mayer. Era la presencia de un buen amigo y su sinceridad que llamaban directamente a lo más profundo de mí, despertando sentimientos olvidados. La banda sonora no podía ser mejor y el momento peor.
Respondí con tranquilidad y sólo una milésima parte de aquellos pensamientos que me recorrían por completo, y que de haber querido escribir, hubieran llenado hojas y hojas de tinta de un color más bien rojizo, el mismo color de la sangre que recorre todos los recovecos de nuestro cuerpo y nutre, indeseadamente en ocasiones, a nuestro corazón. Bendito corazón en ocasiones, tan odiado en otras.

Tras ser un poquito más consciente de la realidad, me voy dando cuenta de que cada vez me voy haciendo algo más de piedra, sigo siendo el mismo chico de flequillo gracioso y tripita pero con algo más de amistad y algo menos de amor, sin descuidar una vida por delante.

PD. Gracias. A aquellos que estuvieron en los malos momentos. A aquellos que están. A los que no pudieron y a los que se dejaron el alma. A todos los que pensaron en ser mejores y a todos aquellos que me hacen ser mejores. A la sinceridad, al buen hacer, al cariño, a la amistad. Que no son valores materiales pero son los que más llenan. Por todos aquellos que pasan los días conmigo, gracias.

sábado, 11 de junio de 2011

Algo personal. Más que una persona.

Escribiré. Después de dejarlo durante mucho tiempo acaba de decidir mi mente por mí. Me acaba de otorgar la inspiración y creo que hoy debo aprovecharla. Sí, echaba de menos las cursivas letras de la pantalla blanca que me pide a gritos que la llene con pedacitos de mi vida, para entretenerte a ti, empedernido lector, o para distraerte de aquello que estés haciendo.
Con ésto sólo tengo el objetivo de ser un arma sentimental que te haga comprender mejor aquello que te rodea, te suscite preguntas o te haga cambiar tu forma de mirar a los demás, aquello que llamamos empatía y que tanto nos cuesta experimentar. Pero también me pregunto si estas líneas las escribo por autocomplacimiento, por seguir haciendo esto que adoro y que tanto me divierte. Ésto supone pues una muestra de egocentrismo por mi parte... Que no es aquello que deseo.

Me gustaría explicar que siento en este instante, que por una vez este escrito lleve mi nombre y apellido en el texto, no únicamente en la firma.
Me gustaría contarte que hace varios días busco cambiar un poquito mi vida. Me gusta como soy, no es una cuestión de imagen exterior ni de forma de ser, es simplemente la búsqueda de un cambio en aquello que sólo uno experimenta y que sólo los que bien te conocen saben apreciarlo. Un cambio en lo que en ciencia se conoce como "reacción" , algo tan difícil de explicar como de escribir. 
Busco esa reacción positiva a ese estímulo complicado, algo así como responder a una orden y luego preguntar, ese empujoncito que me haga cambiar el orden de los procesos y hacerlo, para más tarde conocer el porqué. 
Sólo necesito superación, autosuperación y hasta ese clímax anímico, todavía debo andar, sin saber un rumbo, sin conocer la dirección, únicamente mejorar día a día para conocer la respuesta a la pregunta que nos formulará la vida tarde o temprano: ¿porqué?


PD. He de decir, que quizás esto sea bastante difícil de comprender y tú, que estas al otro lado de la pantalla, critiques mi autocomplaciencia, pues llegas a pensar que sólo escribo para entenderlo yo mismo. Quizás sea así, pero también creo que estas líneas que se antojan caprichosas y enrevesadas al pensamiento, puedan resultarte útiles para identificarte con ellas, y tal vez, sólo tal vez, algún día las leas y puedas entender lo que quise decir, pues tú, quieras decir lo mismo.

domingo, 15 de mayo de 2011

Eirhnh. Nuevos escritos: Homenaje al principio del fin. Final de algo inacabado.

Llevaba ya algún tiempo sin escribir, y ahora, que a falta de tiempo poseo inspiración, me he decidido a hacerlo. He de decir que echaba de menos estas líneas, el sonido de mis pensamientos a velocidad de prosa y la sensación de escribir bajo la libertad del anonimato, bajo la capa invisible de una pantalla de ordenador que brinda pedacitos de mi ser a aquellos que seguro, sabrán valorarlo sin importarles contexto alguno, ventajas que brinda la Era Digital.


Sentado bajo la luz de la ventana que ilumina el salón, ocultando detalles bajo sombras y mostrando los preciosos destellos verdes de la plantas que delimitan el final de esta sala, me encuentro rodeado de libros que he decidido arrancar de su lugar en la estantería para tras echarles un vistazo, elegir aquel que más me sugiriera un destello en el interior. Hoy, busco un libro que no hable de pesadas historas de amantes, andanzas de mal-queridos héroes, frases bíblicas de leyenda o manuales de instrucciones acerca de cómo dominar el mundo careciendo de aquello único útil para desechar cualquier estúpida idea de intentar su lectura y aún menos creérlo: Inteligencia, no como nombre común, si no como experiencia propia de cada uno, lo cual reduce la palabra a "nombre propio", clasificación morfológica de determinados sustantivos, por la que he de decir, poseo predilección. 
Observaba libros cuyos autores muchos de ellos desconozco, pero de los cuales día a día y como el resto de cosas que nos interesan en la vida vamos aprendiendo con el paso del tiempo, en un inigualable guiño a la cultura o en una simple demostración de agradecimiento.
Leía nombres a los que muchos de ellos no encontraba imagen, no encontraba cuerpo ni rastro físico alguno de mis héroes-autores, pero que no por ello me impedía admirarlos, autores que hicieron y hacen historia como Alejandro Dumas, Edgar Allan Poe, Agatha Christie o Antonio Machado con su admirada poesía, grandes en cada una de sus líneas y que admiro al mismo nivel que otros más actuales, con diferentes estilos y quizás no con la misma profundidad, pero con envolventes relatos tales como Thomas Harris, Carlos Ruiz Zafón, Jose Saramago o mi predilecto Ken Follet, archiconocidos en mi generación.
Tras buscar y rebuscar entre las dos columnas de libros que tengo ahora delante he decidido quedarme con "La pasión turca" de Antonio Gala, del que prometo, empedernido lector, al que he sometido sin miramiento alguno a mi Biblioteca de los Libros Olvidados, tendréis nuevas noticias en vacaciones.

sábado, 30 de abril de 2011

Eirhnh. Paz. Mi paz.

Día triste. Mirada preciosa. Corazón acelerado. Seguramente no imaginaria hace apenas tres horas que marcaría mi día 30 de abril en el calendario de éste mes con un color diferente al de las preocupaciones, los exámenes, las vacaciones o al de las fiestas. 
Quisiera ser honesto, y no dejarme llevar por las cosas tontas que tú quizás no hayas apreciado, y que no quiero pensar ahora,  sólo diré que fui un cobarde. Que fui león toda mi vida y que por cinco minutos, fui lluvia, la lluvia que cubría la estación y que se estrellaba contra las desgastadas vías.

Tras éste inciso romántico que tanto odio y que tanto me inspira quiero complacerte, empedernido lector, con unas líneas que adjunto desde hace varios meses siempre conmigo y que tal día como éste he decidido plasmarte aquí, entre mis líneas, para conseguir darle algo más de ilusión, talento y melancolía a mi bautizada lírica. La encontré explorando el mundo de Machado y me gustó, decidiendo que ahora la quiero compartir contigo y que como yo, disfrútes mucho con ella:

Hoy es siempre todavía.
Y acontece la vida. Magnífica, sublime a veces.
Nos trae, nos lleva, y como en un juego de azar, nos da y nos quita, permaneciendo un ineludible olor en la memoria, que en mí, se activa sin saber por qué, los días como hoy.


Tras ésto, sólo necesito relajarme.

martes, 26 de abril de 2011

Creación inusitada.

Hoy, caminando por las húmedas calles que depara este inicio de semana, las cuales tienen pinta de haber pactado con la inclemencia atmosférica para el resto del mes de abril, observaba a una pareja de ancianos, por que no decirlo, compartir su silencio en un banco. Abrigados hasta más no poder, miraban con detalle a aquellos que cruzaban la oscurecida calle. En un principio no me llamó demasiado la atención aquella imagen pero cuando me dí la vuelta y los observe de nuevo repare en un detalle: estaban cogidos de la mano. Sin poder evitarlo sonreí y seguí andando. 

Conforme me acercaba a casa pensé sobre aquello, no exactamente sobre el hecho propio, si no lo que llamaríamos el "hecho común". 
Pensé sobre el sentimiento que unía a aquellas dos personas, con vidas distintas, nada que ver unas con otras y que en un momento dado se cruzan... se cruzan para no separarse nunca. Y sí, todo resulta demasiado idílico, pero es real. ¿Cuantos años han pasado por medio? ¿Quizás 40? ¿Quizás 60? Pero para ellos no importaban. 

Al contrario de lo que comienzas a creer, empedernido lector, no es este texto un canto al amor, quizás sea algo parecido... algo parecido que no tiene nada que ver.
Quisiera en este instante, ya entrada la noche, defender el amor, pero también criticarlo. No quiero que suene a viejo ermitaño desenamorado, pero quiero decir que no comparto la parafernalia que alrededor del don de Cúpido se monta.
Y es que me encanta el amor, sí, sentirme enamorado, sonreír por tenerla cerca, disfrutar de sus besos, pero... ¿Y el resto del mundo?¿Es correcto olvidarnos de lo demás? ¿Es menos importante la amistad? ¿Los problemas de la gente anónima que compone este pequeño gran momento que entendemos por vida? ¿Carece de importancia el tiempo, la vida que nos queda por vivir? Y es que muchas veces renunciamos a experiencias que bien valdrían una vida por amor... y aquí es donde planteamos el dilema... ¿No es la mayor de las experiencias el amor? ¿La mayor de las aventuras?
No seré yo quién conteste, quien se decante claramente por una opción u otra pues aún creo que mi lírica desenfadada y filosófica está muy por debajo de cuestiones que embriagan al hombre distrayendo su naturaleza, consiguiendo que se siente y se cuestione.

PD.
Y es que hoy sólo soy ese pequeño hombre que busca tu mirada y se engaña así mismo haciendose creer que quizás, en la vida de una persona el amor no sea lo mas importante.
Porque aún tengo buenos recuerdos de las frías tardes de enero. Todavía me recuerdo apoyado en el desgastado banco frente a tu casa, con ese aire de tipo atrevido que no deseo ser esperando que bajaras por las escaleras que me separaban 34 pasos de ti.

Recuerdo, todavía, el perfume de tu piel... es el mismo que el de la mía.

jueves, 7 de abril de 2011

Mi lienzo escrito (III) Retales del pasado.

Andando despejaba los problemas que últimamente me acechaban. Se acercaba el verano y todavía no tenía claro que sería de mí en unos pocos meses. Realmente, no entendía por que me perseguían aquellos pensamientos. Los últimos tres meses había sido completamente feliz y no cuestionaba que ello fuera a cambiar en las próximas semanas asi que me relajé y disfruté de la ruta entre árboles que había decidido emprender hace pocas horas junto a la inseparable Shiba.
Mentalmente, cambie de tema y propuse centrarme en los sentimientos que en mi despertaba la llegada del verano. Era mi época favorita del año, no tanto por aquello de las vacaciones, que también se convertía en un factor importante, si no en los recuerdos. En la infancia. Y es que siempre que pensaba en buenos recuerdos acudía a mi memoria un día soleado, caluroso, un típico día de verano. Yo era de aquellos niños que disfrutaba el verano como si fuera el último, "Nunca se sabe que será de ti mañana, asi que disfruta, no dejes pasar el tiempo y dedica tiempo a aquellos que quieres" me decía mi padre en cada uno de nuestros filosóficos enzarzamientos de los que siempre salía derrotado pero victorioso, con un consejo nuevo a aplicar en mi vida, que se reiniciaba despúes de cada una de aquellas conversaciones.
Ahora que vivía en la montaña añoraba la playa, siempre he sido así de inconformista, asi que intentaba pasar un breve período de tiempo junto al mar siempre que podía. Me encantaba oír el romper de las olas en la orilla mientras leía cualquier libro, interés que cómo no, despertó mi padre desde pequeño, gran amante de los libros... Y de la montaña.


Tras dos horas largas de caminata decidí emprender la vuelta a casa, pero no sin antes descansar debajo de un árbol de gran tamaño con hojas de tonalidades verdosas diferentes, nunca había reparado en ello. Decidí que aquel árbol podría ser el comienzo de la historia que estaba escribiendo desde hace varios días. La idea nació cuando reflexionaba sobre la agetreada vida que había tenido mientras hablaba con Ella, que tras aguantar mi discurso durante diez minutos decidió contestarme con una palabra "Escríbelo". 
Seguramente, si la idea no hubiera nacido de aquella melena rubia, la habría desechado al instante, pero pensé durante dos segundos si realmente merecía la pena y acepté el reto. No es que me ilusionara escribir, pero lo escribiría como homenaje a todos aquellos que alguna vez me recordaron, que pensaron en mí o que sencillamente me ayudaron a ser mejor, pero también para relajarme, evadirme era la palabra. No había muchas cosas en la faz de la Tierra que me consiguieran sumergir en otro mundo: solamente mi lírica y sus ojos, que eran mi privilegio, y es que ambos formaban un bucle eterno: Lírica para sus ojos y sus ojos para mi inspiración, plasmada en forma de frases con sentido, oraciones formando la más medida lírica.
Tras aquel momento de evasión romántica decidí volver por el mismo camino mientras Shiba corría a mi lado ansiosa por llegar de nuevo a casa. Mientras regresaba quería dar forma al argumento de mi libro, pero no encontraba nada útil, me empezaba a no agradar tanto aquello de plasmar mi vida en un libro asi que opté por el resto de temas existentes en la narrativa del momento. Nada, no quería historias de tórridos romances, ni siquiera de romance; no quería aventuras de héroes irreales o de personajes superficiales, quería algo más, algo diferente, algo que no estuviera al alcanze del resto, con una profundidad nunca imaginable, quería las 4 dimensiones de la letra.
Atardecía, y cansado abrí la puerta de casa. Shiba cayó rendida en su alfombra mientras yo me quitaba las sucias botas de campo y la buscaba con la mirada. Subí las escaleras que llevaban al salón del segundo piso, con las últimas reservas energéticas del día y la observé dormida en el sofá. Tenía la mano apoyada bajo la mejilla y la otra abrazada al cojín turquesa con forma de luna. El dorado pelo caía a mechones sobre su frente y la encontré más preciosa que de costumbre. Me senté a su lado y pequeñas gotas de sudor impregnaban sus párpados asi que decidí destaparla con sumo cuidado de no despertarla de su letargo. Cuando me dí la vuelta la encontre mirándome. Como siempre, sonreía, ella era feliz y yo en aquel momento acababa de descubrir sobre qué escribiría mi libro, mi historia. Nuestra historia.

PD.
No sabía que la primavera duraba un segundo. Yo quería escribir la canción más hermosa del mundo.

lunes, 4 de abril de 2011

Mi lienzo escrito (II) Historia de una vida finita.

Amanecía. A través de los cristales de la ventana observé el jardín. Brotaban las últimas flores que replanté hace escasamente 2 semanas y lanzaban destellos añiles que se fundían con los rojos, azules y dorados de las que ya ocupaban una parte importante en el espacio de aquel pequeño huerto.


Me levanté de un salto de la cama y con una vitalidad que hacía días que no tenía me puse los impecables vaqueros que acababa de comprarme, una camiseta clara y salí a la calle.
El frío propio de la noche ya se estaba disipando y todavía podía observar el rocío depositado en el reverdecido césped.


Hacía un día genial para pasear con el perro, montar en bicicleta, caminar hasta quedar exhausto o para pensar, simplemente. Me decanté por la opción del mínimo esfuerzo e intenté recordar los motivos que me habían llevado hasta allí, hasta aquel lugar apartado de la ingobernable civilización.


Nunca me pude quejar de éxito en la vida. Nunca podré culpar a la deteriorada sociedad actual de haberme cambiado. Tenía todo lo que cualquier niño sueña de pequeño: una gran casa céntrica, influyentes amigos, coches lujosos, mujeres, fiestas... Una vida repleta de excentricidades y lujos que disfrutaba a costa de mi salud.


Tumbado en el suelo, con las nubes como único punto fijo de mi mirada, recuerdo perfectamente cómo me dí cuenta una tarde lluviosa y fría, hace ahora 3 meses, de que no quería pasar el resto de mis días así, anclado a una vida elitísta de apariencias y falsedades. Quería poder disfrutar de la calma, de las personas, de los ambientes que me quedaban por conocer en mi vida finita.
Pensé en cómo ahora era mucho más feliz, vivía con lo necesario y con ella, lo que convertía mi vida en algo totalmente completo y satisfactorio y cómo en un acto egoísta la había propuesto que escaparamos de aquella vida que nos atenazaba y nos cambiaba, nos volvía insoportables los unos con los otros. Recuerdo que me miró y sonrió. "Estaba deseando escucharlo".
Y aquí estoy ahora, con ella o tras ella, no sabría definir este sentimiento, pero si reconocerlo: Felicidad.


Cuando comenzé a divagar sobre su figura, escuche a mi espalda el ladrido de Shiba, aquel Labrador blanco aterciopelado que encontré hace 3 meses junto a su dueña, desde aquella tarde, no conozco la vida sin ambas.
Saltó encima y comenzó a juguetear, la encantaba arrancarme las primeras dosis de vitalidad del día. Tras varias carreras por el espacioso jardín caí de nuevo a mi retiro favorito, aquel mullido césped en el que me esperaba Shiba, estratégicamente colocada para utilizarla como almohada. Giré la cabeza y la observe en el marco de la puerta con una blanca taza en la mano y descalza, mirándonos como dos niños que se acaban de conocer. Quizás no era la mujer más guapa que existiera, quizás siquiera que hubiera conocido, pero aquella inteligencia, aquella mirada, aquella risueña personalidad... Eran mi debilidad. Con un gesto de cabeza pedí que se acercará y tumbandose sobre mi pecho susurro aquello de: ¿No es todo lo que habías soñado?. Inconscientemente ladeé la cabeza, observe su boca entreabierta y la besé.
- Todavía creo que es un sueño. Que eres un sueño.

 PD.
-¿Y tu? ¿Qué quieres ser?
- ¿Yo? Pues no lo sé seguro. Bueno, sí, grande. Quiero ser grande
- ¿Grande? ¿Y para que quieres ser grande? Todo llega a su tiempo
- No, no quiero ser grande en edad!
- Áh... Altura.¿Es eso verdad? No te preocupes, todavía tienes mucho tiempo para crecer!
- No! ¡La grandeza no se mide con altura!

miércoles, 30 de marzo de 2011

Mi lienzo escrito. (I)

Hoy no me apetece escribir lo mismo de siempre. No quiero escribir nada que trastoque mis sentimientos e inunde mi cabeza de pensamientos innecesarios. 
Hoy pretendo describir entornos, crear situaciones, dibujar un lienzo con letras, que las sombras sean los puntos y los colores el recuerdo de aquello que queremos inspirar.
Hoy pretendo hacerte sentir fuera de una pantalla de ordenador, que puedas cerrar los ojos y contemplarte en la más utópica ciudad, el más tímido rincón o el más animado hogar. 
Pretendo que leas y vueles. Que seas capaz de sentir el frescor de un temprano paseo, cuando todo esta oscuro y hasta el viento parece dormir aún. Que seas capaz de recordar como huele la leña e imaginartela compartiendo ese calor con tu familia, al acogedor rumor de aquellos que sonríen si tu disfrutas y sollozan si tú no sonríes. Quiero ser capaz de hacerte sentir esa sintonía que te roza el alma cuando se inunda el aire en acordes, en tonos, que te hacen sentir que todo es posible. Que bella metáfora; cómo son capaces unas simples vibraciones de alterar nuestro espíritu, es anecdótico observar como individuos tan complejos, prodigios de la Naturaleza, son capaces de desordenarse con la cosa más simple que existe, un sonido. Uno tras otro. Una melodía.
Y he de reconocer que yo mismo he sufrido ésto. He querido hablar de paisajes, sitios de ensueño y con sólo escuchar las palabras que susurra el viento contra mi ventana, he olvidado argumento alguno, hasta las excusas se hacen incoherentes en esta situación.

Pero no quiero sin embargo, despedirme de ti y también de éste texto, sin cumplir mi objetivo principal, todo por un homenaje a la lírica, la cual es comparable al sonido, pero también complementaria.
Quiero, de una vez, transportarte a un frío lugar, húmedo, que huele a leña y en el cual los pájaros son las únicas muestras de que seguimos en este mundo en kilómetros a la redonda. Y es que quiero abandonar la filosofía que me rodea, para describir las anchas calles empedradas, las envejecidas fachadas y las mohosas tejas que todavía conservan ese tono rojizo empeñado en mantenerse ineludible en la memoria. Pero he de decir que el tiempo apremia y creo que este relato, éste lienzo, ya posee los primeros trazos de lo que con las horas y la dedicación llegará a ser mi lugar, mi escondite, creado por palabras, mi Biblioteca de los Libros Olvidados, en la que sólo encontraremos palabras, eso sí, que crean entornos.

Del mismo lugar del que nacen los números, surgen las palabras.
Del mismo lugar donde terminan éstos, comienzan los sentimientos con palabras.
Del mismo lugar donde nació un 13 y terminó un 19, nació la esperanza por ser mejor y el talento para contarlo.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Ningún amor muere, sólo cambia de lugar en la memoria


¿Todo esto... Es por lo que has luchado?¿Por lo que has sufrido?¿Por lo que has esperado?¿Y ahora... Crees que ha merecido la pena?¿Porqué esta todo tan gris, tan triste?
Hoy no existe inspiración, ya creo que no soy yo el que escribe. Tantas dudas, tantas preguntas, tantos deseos... tan pocas promesas.
Hoy no se entender nada de esto sin ti. No tengo ganas de escribir, pero hay algo en mí que pide que lo haga, que esconda los sentimientos y que los saque a la luz, que sea fuerte, que no lo sea, que luche otra vez... que ya no lo haga.
Creo que esta vez hice todo lo que podía haber hecho. Fui paciente, fui ágil, fui sincero, fui cariñoso, fui mejor, risueño, cantarín, filósofo e incluso idiota. Lo fui por ti. Por ese Algo al que llamábamos Nosotros. Quizás fallé, quizás sólo fui Uno, cuando necesitábamos ser Dos, pero también es verdad que tú debiste poner los acentos a las palabras, completar los significados, ordenar la lírica, ayudarme a contar.

Ahora queda otro mundo diferente

domingo, 13 de marzo de 2011

Por desamor al arte de regarte las plantas de los pies.

Cuando acaba la realidad, quedan los recuerdos, las imágenes idílicas de lo que hemos vivido, los sentimientos salen a la superficie y recordamos todo de un color brillante y vivo. Pero lo mejor de esos recuerdos es cuando los compartes. Cuando tus recuerdos se entrelazan con los de otras personas en un abrazo, un beso, un secreto, una risa o en un guiño de ojos.
Ahora recordamos cuando todo empieza y cuando todo termina desde arriba, desde las fotografías, momentos o frases que recordamos con más notoriedad, pero daríamos lo que fuera por disfrutarlas de nuevo, por vivirlas una vez más.
Y es que es precioso caminar, incluso con frío, si disfrutas con el resto de los sentidos, escuchando el murmullo de la gente, sus risas; ese olor a vida, a río, o te sientes afortunado al cruzar el puente de San Carlos mientras a lo lejos vislumbras palacios y catedrales de ensueño. Y todo a orillas del Moldava.
Sólo me faltaba ese algo para disfrutar de esa hipotética felicidad, ese sentimiento tan abstracto pero más fuerte que cualquier objeto físico. La incertidumbre de despertar y no saber si aquello que golpea en mi pecho sigue latiendo con la misma intensidad y a la misma fuerza que el tuyo, si son tus ganas de quererte o las mías las que ya no valen tal sacrificio o si simplemente todo lo que se enciende, se apaga. 
Lo sorprendente de este truco, es cómo somos capaces de engañar al alma, de engañarnos a nosotros mismos con cualquier excusa, con cualquier motivo para no herirnos, para no sufrir. Como somos capaces de apagar el fuego sin saber si nos darán una razón para volver a encenderlo y si así es, decirnos a nosotros mismos que aquellas llamas nunca dejaron de dar calor.
Hay cosas en la vida que tienen un antes y un después y que se marcan en aquello que llamamos memoria, otras se olvidan. Aprendamos a diferenciar cuales son las que realmente queremos recordar para siempre.