martes, 29 de octubre de 2013

Y sin embargo...

Irremediablemente sentía que había perdido parte de su vida. La esencia que había sido inalterable, irremediablemente caía. Como caen las hojas en otoño. Como cae el otoño sobre la luz. Irremediable se estrellaba contra el suelo y se hacía añicos. Siquiera los árboles veían a sus hojas destrozarse; ellas caían leves y reposaban contra el suelo frío que las hizo soñar en verano. Soñar que nunca serían pisadas. Y soñaron, soñaron que nunca llegaría el otoño, que alguien arreglaría aquel desastre, aquel ciclo estúpido. Que nadie tendría la fuerza suficiente para separarlas de su hogar, del destello dorado del sol y la rugosa mano que las mantenía con vida. 

lunes, 20 de mayo de 2013

El día que la amalgama desapareció. (II)

Nadie sabía mejor que las nubes blancas dibujadas sobre la pecera azul, seguir el compás al tiempo.
Nada crujía con tanta facilidad como el tallo de la hoja marrón al tacto en otoño.
Nada revestía más la piel que el agua salada en verano, la franela en invierno o su abrazo cualquier noche del año.
Nadie sabía cómo aprender a olvidar y si alguien lo aprendió, jamás quiso enseñarlo a los demás. Seguro que Ella aprendió a olvidar aprendiendo a querer y quiso obviar, que pretendió aprender a querer y conformarse al pensar que olvidar, fue mejor.

Ella quería volcar la pecera que era el cielo. Sólo el tiempo pudo ayudarla a ponerlo todo patas arriba.
Y cuando las cosas comenzaron a caer hacia el lado vencido, sólo el tiempo la ayudó a atrapar en su caída lo valioso.
Y qué paradoja, que el tiempo se convirtiera en su mejor compañero. 'Tic, tac', 'tic, tac', podría pasarse el resto de los minutos de su rotada vida logrando borrar dos segundos de la pasada, ni en calma, ni en orden, sospechosamente desordenada.
¡Qué cosas tiene el tiempo! y qué delicia la entropía...

Y Picasso... Picasso lo sabía. Bien es cierto que su época no fue la mía.
O quizás... Quizás mi época no es la suya. 
Letras, voces, discusiones a la luz de las velas. Cuadros, cartas, novelas que aún conservan melodía.
Hemos olvidado la sinfonía. Los colores, la humanidad y la descripción de las caricias.
Ahora tenemos amaneceres, farolas en noches oscuras, prados verdes y montañas vacías. Nevadas sí, pero vacías. Es cierto que recogemos su reflejo en el lago. Una vez. Y otra, y otra más. Pero ya nadie nos cuenta a qué huele la orilla. Ya nunca vemos el reflejo de la montaña sobre el agua al nevar, porque no somos capaces de verla reflejar.
Estoy tan cansado de verla posar para un cristal...

Las estrellas ya no palpitan en el cielo. Bueno, palpitan lejos, muy lejos, cerca de la serenidad, la calma y la anonimidad. 
¿Porqué tengo que irme tan lejos a verlas deslumbrar?
Creo que siquiera una terraza con frío invernal compartida con sus ojos opacos, de llorar, puede hacerme sentir otra vez cerca de la Luna. 
O quizás sí. Si todo fuera tan sencillo como desordenar...

jueves, 4 de abril de 2013

¡No!
No quería oír sus pasos alejarse en el pasillo.
No quería oír la puerta al cerrarse. El ascensor al bajar.
No quería oír sus pasos huyendo bajo la lluvia, su pelo mojado de tanto caminar, sus besos alejándose otra vez más.
No quería verla en el autobús pasar, alejarse en la Ciudad, sentir su resistencia al hablar, sentirla capaz de ignorar.

Y allí estaban, en dos mundos diferentes. 
Frente a la ruleta que era su existencia, una vez más.
Él era sufridor y apuesto. Ella libre para apostar.

Y... Y si algún día alguien decidiera escribir la verdad. Contar que aquello fue un cuento. Que se volvieron a encontrar.
Que él escribía a pluma en secreto la historia. Que Ella lo aprendió a escuchar.
Que en realidad Ella no se fue de casa y se volvió a acostar.
Que él se despertó de aquella pesadilla... y la volvió a besar.

lunes, 28 de enero de 2013

"Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas". Mario Benedetti.

"Sentado bajo aquel roble, se abandonó a la idea de la vida finita. 
No dejó de escribir, pero había olvidado la tinta.
Escuchaba el mecer de aquel tronco y sufría por él como un buen amigo.
Fue capaz de escucharle cuando todos lo apuntaron como enemigo."

De nuevo había doblado la página de su poemario. Había anochecido y aún se encontraba en la misma postura que adoptó cuando el sol cerraba sus párpados. Había estado reflexionando sobre política, nada más dañino que aquello. Había pensado si aún existe eso que llamamos "sentimiento de culpabilidad". ¿Cómo... cómo era posible que escalaran más arriba pisando los hombros ajenos? Quizá nunca pensaban que podían caerse o que a cierta altitud, el cielo es el límite. Y hablando de cielos, enlazó aquel pensamiento crítico con la parte música de su cerebro. Con la parte danzarina, desentendida, educada, reprimida... pero alegre. Con aquella parte de su mente, que le planteaba otro lado de la línea que él mismo trazó en su infancia. La línea que separaba religión y realidad en su mente, era clara. Aquella línea era incuestionable e infranqueable, quizás la más arraigada y construida a base de lógica, en aquel desván desordenado que era su cabeza. No obstante, le gustaba cruzar al otro lado del trazo, observar el mundo desde aquel lado espiritual. La curiosidad se convertía en un monstruo generoso y benévolo que le invitaba a leer aquellos tratados teológicos. Se reía. Recordaba aquella "Alienación Religiosa" de Karl Marx y la hacía suya "Cómo vamos a arrodillarnos ante alguien que nosotros mismos hemos creado. Cómo vamos a vendernos, a prostituirnos, a abandonarnos a la imagen inmaterial que hemos pintado nosotros, con nuestras manos ¡Pero si lo hemos leído, casi  hemos visto cómo lo creaban delante de nuestros ojos!"  pensaba.
"Casi lo hemos leído..." quizá debería empezar a cuestionarse la verdad absoluta de lo que leía.
Y se le escapaba...
Volaba su pensamiento...
Acababa su lógica y... no había más en aquel "universo sináptico".
Estaba claro que él no había sido iluminado con el Don de la Fe. Y no lo preocupaba.
Aún así, como aquel gato curioso que mató una tal Curiosidad, se planteó su vida desde el lado de la línea que no correspondía a su educación ni a sus modales (como los locales creerían). Imaginó la felicidad casi plena que debía suponer la vida eterna. Menudo fastidio dejar las cosas a medio-hacer aquí abajo ¿no?; seguro que aquellos que se encontraban en la que ahora era su "personalidad turística" se plantean si pueden seguir con sus proyectos allí arriba. Estaba empezando a pensar cosas poco serias, ¡seguro que lo que estaba pensando también se consideraba pecado! y rápidamente recordó que existía un "ahí abajo". En cualquier caso, pensó que lo idóneo era quedarse entre medias de ambos, de todas formas, no meditaba jugarse demasiado el pellejo en ésta vida. No era un héroe valiente de aquellos que no existieron nunca, pero no era ningún cobarde.
Lentamente comprendió que en aquel lado de la vida, muchos encontraban un consuelo. Un refugio. Era difícil entender que si bien él pensaba que aquel refugio no era real, tampoco lo son muchos de los refugios de su mente atea y aún así, estaba presos de miles de ellos. De repente, aquellos refugios con forma de recuerdos se convirtieron en opaco fango en aquel lado de su mente, lo que le dificultó avanzar más... Quizás otro día. Y antes de cruzar de nuevo la línea, volvió la mirada atrás y pensó  "¿pero, allí arriba me curarán los achaques?" cruzó a su hogar mientras se reía de sí mismo. 

sábado, 17 de noviembre de 2012

Es complicado encontrar el punto exacto en la mayoría de las cosas. 
Ser objetivo supone un reto que no todo el mundo puede afrontar.
Y si todo esto no fuera suficiente, ser objetivo y exacto en las cosas abstractas se vuelve aún más titánico.
Dar siempre es más complicado que recibir si hablamos de bienes materiales, de objetos y cosas.
La tarea se vuelve inversa si hablamos de amistad o amor pero ser vuelve a retorcer si intercambiamos ideas o tranquilidad, estabilidad o fortaleza.

Inevitablemente en la vida, nos situamos en ambos lados de la línea. Intercambiamos los papeles protagonistas de nuestra única representación efímera y tanto damos y nos es compensado tan, tan poco; como tan, tan poco damos y nos es recompensado algo tan, tan grande.
El problema está en no conocer que representamos ambos papeles. Ceñirnos a un guión de aquel personaje que más nos gusta y olvidarnos de la otra parte de la representación, ese porcentaje que está a la misma altura y que no podemos improvisar.
El escenario de nuestra obra, no siempre es yermo, predispuesto para que salgamos a demostrar que sabemos representar ambos papeles. Siempre posee una dinámica que actúa detrás de nosotros, algo así como el "decorado" de las grandes obras. 
Ese prado verde, o ese cielo añil de las grandes óperas primas es sustituido en el Teatro de Nuestra Vida como una especie de Bien y Mal. Qué está bien y qué está mal. 

- Puede que estés aportando a los demás algo y recibiendo muy poco.
Puede que estés interpretando un magnífico personaje y completando la otra parte de la actuación con un personaje sincero y sin trasfondo, lo justo para que el público recuerde tu primera parte de la representación.
- ¿Pero es Bueno aquello que estamos dando?
¿Pero es real aquello que estamos mostrando ante el patio de butacas?

En realidad, el teatro consiste en eso, en engañar, en crear una ilusión, una idea a aquellos que se agolpan a las entradas de un magnífico salón de actos. Y cuando la función acaba, ellos son felices si lo que han visto les gusta. Y el actor o la actriz es la más dichosa del mundo, pero cuando se apagan las luces y se envuelve en la bufanda, el frío invierno cala los huesos y el mundo sigue girando de la misma manera que antes de la función, cuando la mismísima vida era tan dura como la roca.

martes, 30 de octubre de 2012

El día que la amalgama desapareció.

Gris día para no encontrarnos
para no abrazarnos 
para no mirarnos
para no besar.

Gris día para huir
para salir
para sentir
para ser capaz. 

Gris día para agachar la cabeza.
Día oscuro para cumplir promesas.
Promesas que nos hicimos en aquella calle de plata tan gris...
Tan gris que no regresa.


"No salieron jamás
del vergel del abrazo. 
Y ante el rojo rosal
de los besos rodaron.

Huracanes quisieron
con rencor separarlos.
Y las hachas tajantes
y los rígidos rayos.

Aumentaron la tierra
de las pálidas manos.
Precipicios midieron,
por el viento impulsados
entre bocas deshechas.
Recorrieron naufragios,
cada vez más profundos
                                                                    en sus cuerpos sus brazos.

                                                                  Perseguidos, hundidos
                                                                   por un gran desamparo
                                                                  de recuerdos y lunas
                                                                    de noviembres y marzos,
                                                                 aventados se vieron
                                                                 como polvo liviano:
                                                                   aventados se vieron,
                                                                       pero siempre abrazados."

                                                              Miguel Hernández




martes, 16 de octubre de 2012


Casi había olvidado escribir. Miento si no cuento que a menudo improvisaba mil frases que en mi mente sonaban preciosas. Unas con tu nombre, otras con el suyo, muchas con el mío solo. Repetía mil palabras que no sabía como unir. ¿Cómo intentar dar sentido a algo que no lo tiene?. 

Aún pienso que si algún día quiero escribir una novela, si aún quiero mantener ese sueño, voy a tener que vivir a latidos. A bandazos. A temporadas. Mi vida tranquila no me permite los excesos del corazón y el poco temple de mi mente para escribir. Para contar una historia, narrar un beso, tararear una canción de lento ritmo necesito vivir fuera de cualquier rutina. Necesito no saber qué será mañana de nosotros, que mi corazón se arrugue y más tarde vuelva a latir con más fuerza, con el miedo que conlleva la incertidumbre o para otros el placer que conlleva la sorpresa.
Quiero escribir, claro que quiero... Pero ya no sé si quiero vivir así. Ni siquiera sé si quiero dejarme querer o no callar, y caer. 
Esto ya no es un juego de niños, los veranos queman y los inviernos enfrían la piel, amedrentan los sentidos y las pocas arrugas de los diecinueve años van creando surcos.
Pero aún así, seguimos atrapados en éste bucle. Seguimos atrapados en un tiovivo que nos impide salir pero que a la vez seguimos rotando para que no nos impida dejarnos ir. Cada uno por un camino. Distinto. Enfrentados. Pero cuando consigamos detener este juego, cuando entendamos que nada tiene valor entre dos personas apolares, volverán a cruzarse. Y sólo queremos que se crucen, una y otra vez. Sólo buscamos dañarnos, una y otra vez. Sólo buscamos curarnos cicatrices, una y otra vez. Sólo nos buscamos el uno al otro, nos mentimos creyéndonos libres, una y otra vez.

Olvidarse no es el destino de dos personas cuyo último fin es la felicidad. Pero qué sabrá el destino cuál es el fin si la felicidad reside en la otra persona junto con el error, junto con las lágrimas...
¿Quién entiende nada?¿Quién conoce el mañana?
Quizás nos estemos equivocando, pero nada es eterno, ni siquiera el error.


PD: No cierres tu puerta, estoy contando los pasos que hay hasta la mía abierta.

jueves, 26 de abril de 2012

Paula, es un bonito nombre para cualquier día nublado.


Observamos el paso del tiempo. Nos detenemos y reflexionamos sobre ello. Lo paramos, lo retrocedemos, lo avanzamos e incluso a veces lo disfrutamos. Pero nunca aprendemos de esa esencia abstracta que es tan inherente al ser humano como lo es razonar o soñar.
No aprendemos a sorprendernos cada día ni tratamos de observar lo rutinario como único. 


Como cada mañana, olvidé pensar en ella. 
Me llamaba la atención aquella cara bonita acompañada de una sonrisa que no parecía tener nada que ver con la felicidad. Esa sonrisa que escondía algo más que una vida diferente.
Reparé en ella cuando apenas se colaba en mi cabeza aquella explicación numérica que nunca parecía acabar y que me empujaba irremediablemente a ver los primeros rayos de sol en las caras de mis compañeros. Aquella mirada serena contemplaba lo que yo no era capaz de siquiera comprender. Con el gesto de aquel que conoce la solución me miró, y de no haber cruzado nunca más de dos frases con ella, hubiera pensado que era de esa clase de mujer que tiene todo bajo control. 
Aunque yo verdaderamente sabía, que no había nada más lejos de la realidad.
Tras reparar en mi mirada exploradora, decidió maquillar el gesto dedicándome un guiño de ojos nada desmerecido al de cualquier famosa actriz de cine.


Hoy, todavía recuerdo aquella situación. Han pasado casi dos meses y como desde entonces, su mirada se sigue posando cada día en las nubes. Nubes que rodean aquella rubia melena los días nublados. También he pensado últimamente, que quizás fuera ella la cuerda, y yo el loco que intentaba entender algo de ella o al menos cercar su campo de pensamiento, para intentar poner puertas al campo. Intentaba ser quien la escuchara, pero ahora sé que no necesita que la escuchen, tan solo hablar. Hablar de la vida, hablar de las noches, de los trenes o de ciudades recónditas, pero nunca, nunca más de amor.


Y tal vez, después de todo, nunca aprendería nada de ella.

domingo, 4 de marzo de 2012

Por aquella Praga que me enseñó a rimar "sueño" y "dolor".

Ante nosotros no existía el horizonte. Los rojos tejados acababan y allí, nacían las blancas paredes de los próximos. Donde éstos se perdían resurgía un destello verdoso que sólo los años y la lluvia otorgan. 
El puente de Carlos mantenía mis pies en el suelo mientras mi cabeza revoloteaba sobre aquel magnífico castillo.
Ciudad de paz y pensadores. Filósofos y navegantes. Embrujo del alma.
Quizás nunca se escribió un poema épico de aquella Ciudad de los Sueños, pero sobre el río Moldava se sentían los mejores besos, se escuchaban las mejores notas, se soñaban las mejores sombras de un atardecer, se acariciaban los más suaves cabellos e incluso la felicidad se respiraba de otra manera.


Aquella ciudad predilecta por soñadores y artistas, ladrona en aquel marzo pasado, era el legado de una historia que merece ser escuchada. De unas gentes que merecen una mirada indiscreta mientras los últimos rayos de sol, nos piden que no abandonemos a su suerte aquella prodigiosa arquitectónica.
Mientras los últimos rayos de sol nos piden, que nunca abandonemos Praga.


PD: Como aquel soñador enamorado que un día escribió con el recuerdo de Praga reciente en la memoria y retina: "Hay cosas en la vida que tienen un antes y un después y que se marcan en aquello que llamamos memoria, otras se olvidan. Aprendamos a diferenciar cuales son las que realmente queremos recordar para siempre"

lunes, 20 de febrero de 2012

Nunca los valientes quisieron ser héroes. Nunca el silencio supo acallar miradas. Nunca la soledad estuvo sola.

Todavía penetraba en mis huesos el frío de la mañana. 
No recordaba una sensación de tristeza parecida.
Frío en las miradas, en los gestos y en los detalles. 
Frío en los abrazos, las voces, las caricias y los besos.
Quedaba atrás ese mundo de brillo dorado bañado por el sol de enero. 
Ese mundo que pese al frío, buscaba refugio en los pocos rayos que vencían las nubes en una carrera distante a la realidad. 
Distante a la dura realidad. A la realidad donde no quedan esperanzas. 
Realidad de anhelos materiales y vidas entrecruzadas con flores de espino.
Realidad que construye imposibles muros de rocas con cada uno de nuestros deseos, apilados, unos sobre otros, convirtiéndolos en cárcel. 
Cárcel de sentimientos de la que tan siquiera podemos huir volando, pues ya no creemos en las alas.
Cárcel que se viste de musa y pinta en nuestras líneas la palabra "Soledad".


No quedan ganas de huir. Siquiera recordamos cómo lo hicimos otras veces.
No quedan ganas de ayudar a huir. Las miradas se apagan y con ellas rostros que lloran bajo las estrellas esperando que el tiempo y la fortuna coloquen en sus manos todo aquello que merecen. Los versos con los que juraron y que ya no valen nada, enterradas aquellas palabras bajo sacos de algo más que simples papeles.


PD. Y apareces tú. Con tus mejillas rojas y tu pelo negro y me enseñas que todavía no se ha cubierto el cielo. Que quedan cosas bonitas, letras cursivas y lágrimas de felicidad. Detalles dignos de un magnífico ebanista que todavía no ha terminado su obra y que en silencio, pide que coloque la última pieza de éste puzzle que aún no se dónde guardar.

sábado, 31 de diciembre de 2011

Después de cada minuto de esfuerzo espera una eternidad de gloria.

Y no quería cerrar el año sin escribir,  aunque fuera en el breve espacio en que mientras todos se arreglan, un servidor escribe, para realizar la entrada más diferente de todas cuantas he vendido por el pequeño precio de una sonrisa.
Y es que las líneas de hoy, serán como aquella nota que dejamos bajo el colchón y que revisamos al tiempo, haciéndonos meditar si hemos cumplido lo que nos prometimos.
Yo, personalmente quiero prometerme superación, que supongo llevará a que más a menudo, venga a esparcer sobre mis párpados, alguna pequeña especie de hada, esa energía llamada Suerte.
Me quiero prometer, que me cuidaré mental y físicamente. Que trataré de crecer como persona, algo que seguro ayuda la veteranía la cual no conoce límites.
Lucharé por ser ese chico que siempre quise ser, con sus idas y venidas, con sus más y sus menos, capaz de complacerse con lo más mínimo, con apenas estas líneas, con apenas éste guiño de ojos, ese respirar de tus pestañas.
Sin mas, quiero cerrar un año. Uno más. Quizás para olvidar. Quizás mágico. Un grado más en esta escalera casi infinita, que es la vida de una persona.

PD: Y es que quiero que esto, sea una entrada más. Un apunte en el margen de un folio. Una manera de mostrar que no siempre es necesario sentir para escribir, si no únicamente disfrutar haciéndolo.

martes, 20 de diciembre de 2011

Somos del mismo material del que se tejen los sueños.

Soñaba con tener un frasco, algo pequeñito y cristalino, donde guardar mis pensamientos cada día, a cada instante. Algo liviano y brillante con tapón de corcho de esos que apretaba con fuerza cuando sólo era un niño.
Soñaba con guardar todos los pensamientos negativos, las intuiciones, los refranes, los susurros idiotas.
Soñaba también, con guardar frías tardes de invierno, breves tardes de verano, mañanas interminables y mil noches lloviosas. Tantas veces.
Soñaba con acabar con todos los madrugones, los paseos interminables, las tardes soleadas de estudio y el trabajo día a día.
Soñaba con una vida de esfuerzo, victoria y éxito. Con una vida diferente a todo lo demás, una vida que nadie entendiera.
Soñaba con noches de fiesta, derroche, lujos y mil objetos limitados. Actos multitudinarios, preguntas fugaces. Vida intranquila. Vida rápida.
Soñaba con noches al calor de una chimenea y libro. Tardes de césped y montaña. Mañanas soleadas y saladas, brisa eterna de mar. Vida sencilla.
Soñaba con escribir mil libros. Cientos de historias de valor incalculable. Premios Nobel e incluso estrellas fugaces con mi nombre.
Soñaba con poemas escritos a lápiz, emborronados, tachados, ajados y rotos. Escondidos bajo llave en la alacena de una pequeña casa de madera.

Soñaba, que los sueños sueños son. Que las personas, estamos formadas de sueños y sólo nosotros mismos alimentamos esa hoguera. Que no hay mayor sueño que el soñar y que también se sueña despierto.

PD. Y serán mil Navidades las que pase sin ti. Mil historias que ya no me contarás y mil besos que ya no daré. Mil veces las que no te cuidé lo suficiente y mil veces las que me arrepentiré de poner nombre y sonrisa a estas líneas, que nunca voy a leerte. Que te echaré de menos y como tú hiciste, nunca dejaré de soñar. Porque un hombre que no se alimenta de sus sueños, envejece pronto.
Soñar que estás aquí abuelo. Soñar que todavía no te has ido.

martes, 29 de noviembre de 2011

Historias anónimas de vidas comunes.

Amanecía con el mismo pijama a rayas de siempre. Como cada día el sol se colaba por las mismas rendijas de la ventana reflejándose en el cristal colocado a los pies de la cama. Hoy, después de 39 años, despertaba solo. Los quejidos de la puerta se hacían cada vez más intermitentes guardando relación con el viento que dejaba de soplar, quizás entendiendo que no prestaría atención a lo que había fuera.
Desconocía que día era, hacía años que no miraba el calendario. Sabía que era jueves si ella madrugaba, sábado si me despertaba entre abrazos y lunes y miércoles si llegaba antes de la media tarde a casa.
Extendí el brazo decidido a comer algo, pues aunque no pensaba si quiera en comer, mi cuerpo comenzaba a perder peso a pasos agigantados. Dejando atrás el frío que ahora dormía conmigo bajo ese edredón que fue hoguera, apoyaba ambos pies cuando sin sentir la planta de ellos, caí al suelo de madera como un silencioso baile improvisado. 
Lo siguiente que recuerdo fue la oscuridad de la noche colándose por el espacio donde antes, brillaba aquel dorado inolvidable.
Con el tiento de aquel que tropieza y aun observa la piedra a sus pies, intente incorporarme sin éxito. Me preocupaba que estaba pasando en mí y quizás la falta de alimentos fuera más preocupante de lo que pensaba. Como pude alcanzé el pequeño armario donde guardaba la comida, obligándome a comer.  En la misma posición que había despertado, me quedé dormido aguardando que todo fuera mejor. 
Bañado en sudor, desperté sobresaltado con un único pensamiento: su figura, aquella que no vendría para ayudarme a levantarme nunca más. Seguía sin poder moverme y ahora comenzaba a sentir un terrible dolor en ambos brazos. Comenzaba a temer que no habría más amaneceres para mí en aquella playa que me vió crecer, ni más reflejos en aquel cristal situado al pie de la cama que me vio enamorarme. Aun así, no tenía miedo a morir, tenía miedo a la soledad y quizás aquello que estaba sucediendo, era un caprichoso favor del destino, que no quería dejarme enloquecer sin ella entre las cuatro paredes de una pequeña cabaña perdida en la inmensidad de la arena.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Siempre, recuerda quién fuiste. Que aprendiste. Porqué viviste.

No hay nada mejor que poder aprender de ti, de ese buen amigo. Un buen compañero de viaje en la vida, alguien que te ayuda a llevar ese peso de una maleta, que ya de por sí, pesa demasiado como para añadirle desilusiones u hojas de cálculo. 
Como todo, valoramos tarde muchas de las cosas que apreciamos o damos por completas aquellas que no lo están y que al igual que un sueño hay que alimentar. No quise ser de aquellos, y siempre cuidé, cuanto pude o me dejaron, a aquellos que tenía cerca. 

Hoy, me he dado cuenta de lo importante que es tener alguien con quien contar. Con quien poder debatir, con quien poder reír y poder recordar viejos tiempos, a veces no tan lejanos. No hace falta mucho para ser feliz. 
Y es que hoy, he dejado aparte la inspiración filosófica por un buen sustituto racional que apoye cuantos argumentos puedo ofrecer, a ti, mi buen amigo, para que siempre camines conmigo. Quizás en un futuro no recordemos el tiempo que perdimos, puede que ganáramos, soñando con el amor imposible, una vida de oro o sorprendiéndonos acerca del mal despertar del compañero, pero seguro que recordamos los abrazos que nos dimos, los consejos y las medidas declaraciones de derechos, que entre nosotros no escribimos, como tú bien sabes, por vaga letra, pero que siempre argumentamos.
Porque aprendimos que el dinero no vale nada, y que ser rico es un lujo innecesario. Que las metáforas son hechos y los hechos, son para compartirlos. Que los vicios son mejor en compañía y los secretos compartidos mejor que dentro de olvidadas cajas de hilo musical.
Yo por mi parte, espero que pasen los años y cubran nuestra piel de imperfecciones y nuestras manos con las cicatrices únicas del tiempo, pero nunca nuestro espíritu emprendedor, con traspiés en ocasiones, de dos chiquillos que necesitan compartir las mil cosas que vuelan en su cabeza.


Para Guille, aquel desconocido que decidió compartir su tiempo conmigo.
Para él, político superlativo, gran escritor, pésimo poeta.
Gracias.

lunes, 24 de octubre de 2011

Porque es importante que exista un mañana con un ayer.

Apagué las luces y tranquilamente disfruté del momento. La luna brillaba redonda en el cielo mientras las estrellas envidiosas, luchaban por ser un pequeño eco de luz a su lado. Hacía una noche preciosa, una de esas noches de lluvia de estrellas y como un niño decidí sentarme en el suelo de aquella habitación que me había visto crecer. Disfrutaba mirando a través de los cristales. Era una experiencia repetida y única. Algo así como descubrir aquello que ya esta inventado.
Cuando me imaginaba a mí mismo, retratado mirando por aquel pequeño ventanal, imaginaba todos los sueños capaces de crear una persona. Todos los retos y todas las victorias que somos capaces de experimentar... Todas las cosas que da pensar bajo la luna.
Decidí que aquel momento era mágico y no iba a desaprovecharlo. Abrí el cajón y con cuidado agarre la vieja caja de puros donde guardaba mil recortes de papel escrito y otros tantos por escribir. 
Me sentía inspirado. Me sentía esperado conmigo mismo. Sentía que estaba en deuda con las palabras y que me pedían entre susurros que les contara qué latía bajo la piel. Qué escondían mis venas. 
Era un secreto, uno de esos secretos compartidos. Una sensación caliente y brillante como la sangre. Un sentimiento incontrolable, incapaz de entender, quizás sólo resumido en un "ven conmigo" o un "te echo de menos". Esa sensación tan atrevida como insana. Tan reconfortante como asfixiante. Tan sencilla como enrevesada.
No debía, no tenía que decirlo. Tenía miedo a dejar escritas mil cosas, que quizás algún día enterraría entre cenizas y arrinconaría en la memoria. Y no lo merecerían. Pero no, ya no tenía aquel miedo. Aquella duda. Y lo escribí. Decidí dejar constancia de lo que pasaba por mi cabeza en esos instantes y ahora, leyendo aquellas líneas, veo con orgullo que aquella tinta está forjada al papel. Que son inseparables y que algún día las leeré sin miedo a arrepentirme de poner un "te quiero" al final de cada línea basándolo únicamente en su mirada de corazón incontestable. 

Porque pase lo que pase, la memoria es ingobernable y si bien algún día olvida todo, guardaré siempre una caja de puros de madera donde recordar cada sentimiento y cada capítulo de una historia que no tiene final. Y si yo olvido dónde guardé los pedazitos de mi corazón en forma de letras, recuérdamelo tú, que hay mayor tristeza que no recordar. Que no estés tú para ayudarme a hacerlo.

miércoles, 27 de julio de 2011

No son mas que maneras de entenderte. De conocer la ruleta de la vida.

"Y sentir que todo alrededor cambia, si yo cambio"
Pero las palabras no son algorítmos exactos, ni precisan, muchas veces. No toda frase está sujeta a todo individuo ni una única trazada en un impoluto folio es capaz de describir una experiencia. Cuando cada persona puede adoptar una frase, entenderla y perfilarla con propio recorrido es cuando aprende un modo de vida, lo adopta hasta hacerlo suyo y aplica lo aprendido al incierto futuro.
Yo cambio, pues todo alrededor cambia. 
Quizás sea tan verdad como lo es lo anterior y entonces debemos cuestionarnos que consideramos como verdad, un problema filosófico que plantea una muralla inflanqueable de conocimiento, pues aún siendo nosotros los constructores de similar cita, no podemos comprenderla si no es recordando primeramente en que basamos nuestra verdad. Quizás la mía sea algo así como la heterogénea mezcla entre conocimiento, experiencia y lógica, algo así como la Verdad Común, pero nada es realmente cierto pues nadie se conoce realmente por mucho que se intuya a sí mismo.

Y todo lo que quiero decir, es que quizás sea lo ideal dejar las cosas al entendimiento, aclarando, por supuesto, los límites del entendimiento, un "hasta dónde" queremos ser interpretados. Quizás lo que quiera decir es que yo soy de la mitad que prefiere dejar abierta la puerta de la exactitud y adoptar la forma que más conviene, en vez de cerrarla con miles de cuentas matemáticas de una manera exacta e intangible. Pero todo esto es seguro malinterpretado como falta de decisión o puntería, como un "ahí lo dejo" o un "lo que surga", pero entonces es cuando aplico la experiencia, la lógica y el conocimiento y concreto, teniendo opciones y barajando cual será la más correcta.

Ya no se si tú, empedernido lector, has confundido esta charla con algo filosófico, o lo has tomado como un medio de reflexión o simplemente lo has comparado con algo tuyo, propio. He de decir que no buscaba la lírica enredada si no plasmar mi modo de vida de una manera entendible a cierto grado de cultura.
Quizás todo esto sea, como ya dije, algo autocomplaciente, para sentarme frente a las cursivas letras de la brillante pantalla, y sentir que aún queda algo del ávido lector que fui no hace mucho y que ahora entona un "Mea culpa"  por haber abandonado ese mundo paralelo de las palabras.
Para ellas, para las palabras, que me hacen entender la vida de forma diferente, va éste escrito de un admirador, como homenaje a todo aquello que hicieron grande y por todos aquellos que hacen de ello un modo de vida.

PD.
Cerca de cincuenta años
caminando contigo, Poesía.
Al principio
me enredabas los pies
y caía de bruces
sobre la tierra oscura
o enterraba los ojos
en la charca
para ver las estrellas.
Más tarde te ceñiste
a mí con los dos brazos de la amante
y subiste en mi sangre
como una enredadera.
Luego te convertiste en copa.
Hermoso fue
ir derramándote sin consumirte,
ir entregando tu agua inagotable,
ir viendo que una gota
caída sobre un corazón quemado
y desde sus cenizas revivía.
Pero no me bastó tampoco.
Tanto anduve contigo
que te perdí el respeto.
Dejé de verte como
náyade vaporosa
te puse a trabajar de lavandera,
a vender pan en las panaderías,
a hilar con las sencillas tejedoras,
a golpear hierros en la metalurgia.
Y seguiste conmigo
andando por el mundo,
pero tú ya no eras
la florida estatua de mi infancia.
Hablabas, ahora,
con voz férrea.
Tus manos
fueron duras como piedras.
Tu corazón
fue un abundante
manantial de campanas,
elaboraste pan a manos llenas,
me ayudaste a no caer de bruces,
me buscaste compañía,
no una mujer,
no un hombre,
sino miles, millones.
Juntos, Poesía,
fuimos al combate,
a la huelga,
al desfile, a los puertos,
a la mina,
y me reí cuando saliste
con la frente manchada de carbón
o coronada de aserrrín fragante
de los aserraderos.
Y no dormíamos en los caminos.
Nos esperaban grupos
de obreros con camisas
recién lavadas y banderas rojas.
Y tú, Poesía,
antes tan desdichadamente tímida,
a la cabeza fuiste
y todos
se acostumbraron a tu vestidura
de estrella cotidiana,
porque aunque algún relámpago delató tu familia
cumpliste tu tarea,
tu paso entre los pasos de los hombres.
Yo te pedí que fueras
utilitaria y útil,
como metal o harina,
dispuesta a ser arado,
herramienta,
pan y vino,
dispuesta, Poesía,
a luchar cuerpo a cuerpo
y a caer desangrándote.
Y ahora,
Poesía,
gracias, esposa,
hermana o madre
o novia,
gracias, ola marina,
azahar y bandera,
motor de música,
largo pétalo de oro,
campana submarina,
granero
inextinguible,
gracias,
tierra de cada uno
de mis días,
vapor celeste y sangre
de mis años,
porque me acompañaste
desde la más enrarecida altura
hasta la simple mesa
de los pobres,
porque pusiste en mi alma
sabor ferruginoso
y fuego frío,
porque me levantaste
hasta la altura insigne
de los hombres comunes,
Poesía,
porque contigo
mientras me fui gastando
tú continuaste
desarrollando tu frescura firme,
tu ímpetu cristalino,
como si el tiempo
que poco a poco me convierte en tierra
fuera a dejar corriendo eternamente
las aguas de mi canto.
                                                              Pablo Neruda. Oda a la poesía.

jueves, 23 de junio de 2011

Hermanos, camaradas, amigos; yo quiero sólo cantar vuestras penas y alegrías, porque el mundo me ha enseñado que las vuestras son las mías.

Con las manos cansadas y los brazos entumecidos decidió sentarse a escribir. Le gustaba hacer aquello que sólo requería algo de imaginación y vida que contar. Con una desconocida lentitud alzó la pluma y comenzó a rasgar el papel que se encontraba sobre la envejecida mesa de escritorio. Deseaba cambiar el mundo con algo de tinta negra y sus divagaciones, pero cada día se daba cuenta de que lo único que cambiaba era él mismo.
Aquellas últimas semanas eran las más dolorosas que recordaba en años. La gente decía, que era un hombre joven, que físicamente tenía un aspecto que más de uno desearía, pero por dentro era cada día cien años más viejo. Al igual que las termitas de los viejos troncos, aquellos problemas de amistades y amores estaban acabando con él, dejándolo vacío por dentro de todo sentimiento y debilidad. Lo poco que quedaba de aquel amante de la vida se consumía con cada nuevo amanecer, sintiéndose impotente por no parar el tiempo cuando todavía era de noche, por no sufrir un día más.

El que fuera gran defensor de la poesía y creyente convencido de la prosa romántica, dejaba de creer en la lírica como energía motora de un mundo mejor para convencerse de que aquellos trazos en el papel, no eran sino pedazos de un alma que otros no podrían entender, motivos para sonreír cuando desaparecían las ganas. Anhelaba el efecto causado por sus palabras en las jóvenes antaño, pero realmente no era esa su preocupación. Dudaba de sí mismo y de aquello que medía su vida, aquella inteligencia que era todo cuando tenía y que fallaba, o eso comenzaba a creer.
Ya no convencía a nadie, todos sus discursos sonaban vacíos y la gente le escuchaba asintiendo con la cabeza para darse la vuelta y huir, lanzando al aire pensamientos interiores carentes de toda admiración por su trabajo, su vicio y su vida: las palabras.

Con los magullados brazos apoyados en el escritorio miraba el reloj y vacilaba decisiones, soluciones a todo aquello. Hacía días que dormía mal, no se acostumbraba a la soledad y desde que Ella se fue, la casa era más oscura y silenciosa. Él se negaba a olvidarlo todo, a dejar que el tiempo fluyera a la misma velocidad que cuando ella estaba junto a él, seguía sin entender como el tiempo pasaba tan deprisa al cobijo de su mirada y como relajaba su ritmo el pequeño minutero ahora que faltaba su perfume. Pensó, entre mil cosas, los motivos de su esperada marcha y no encontró arrepentimiento alguno, habían disfrutado juntos e incluso hasta los últimos días habían sido realmente felices.
Echando la vista atrás decidió recordar aquellos cortos días de primavera en que compartían sólo amistad, pero también secretos bajo la piel, secretos desvelados que ahora dormían con él al igual que ángeles caídos. Le atormentaba el pasado y su futuro incierto no aventuraba tiempos mejores. 
Se levantó tirando la pluma contra el suelo y se arrodillo sobre la desgastada tarima de la habitación. Había anochecido por entonces y a tientas decidió buscar la puerta para dejar pasar algo de luz en la habitación, no pensaba seguir escribiendo. Con dificultad abrió la puerta que rechino bajo los goznes. Avanzó por el pasillo y poniendo la mano en el pomo de la puerta que conducía a aquella calle con nombre de película y lo hizo girar, esperando al otro lado de la puerta el destello dorado de un pelo que había tratado de ahogar en vasos de alcohol. 
Cuando el espacio entre el marco y la puerta fueron suficientes para la salida de un hombre dio un paso adelante y levantó la cabeza. No lo esperaba, pero allí estaba la sombra de alguien conocido esperando su salida. Era su fiel amigo, aquel con el que tantos ratos había compartido y con quién tantos secretos unían. Con frialdad se acercó a él y manteniendo sus oscuros ojos fijos en él lo abrazó como a un hermano, no quería consuelo, no buscaba aquello, si no simplemente compartir unos minutos de silencio con aquel que lo esperaba a su puerta olvidando el pasado.

domingo, 19 de junio de 2011

Hoy es uno de esos días que te levantas con un nudo en el pecho, allí donde empiezan las mariposas del estómago y acaban los tonos que dibujan tus palabras.
He decidido levantarme más temprano que de costumbre, últimamente me quedo dormido pronto con ese pequeño placer que resulta para mí dormir escuchando la radio.
Como cada día al despertarme, me gusta mirarme en el espejo, con sus defectos y sus virtudes pero que no cambio por nada. Agua fría baña mis ojos y me siento algo más despierto. Me coloco mi significativo reloj blanco en la muñeca izquierda, me despeino y me peino cuál cantante de poca monta y pienso en qué ha sido de mi vida. Mientras preparo algo de leche fría en una reluciente taza blanca recuerdo el último año, desde aquel mes de junio de 2010. Cómo cambian las cosas en un año, y las personas. Quizás para mal, mayoritariamente para mejor. Me recuerdo en aquel mes de agosto que perdurará en mi memoria para siempre y debajo de aquellos recuerdos de dolores y fiebres una palabra en cursiva donde leo claramente "Cariño".
Muchas veces las cosas negativas traen de la mano buenos aires, renovados, muy valiosos, en este caso, el valor de las personas. La fuerza de la dedicación y el agradecimiento eterno a cada uno de ellos. 
Alzo la mano, observandome el pequeño lunar de mi mano diestra y alcanzo las doradas galletas que se esconden tras un pequeño bote rosáceo.
He decidido desayunar en el salón, otro de esos pequeños gustos de los que disfruto en limitadas ocasiones. Hoy además, he decidido ser algo más feliz y algo más tranquilo. He decidido relajarme escuchando a la reciente revelación para mí, John Mayer mientras miraba por la ventana y me preguntaba acerca de la vida, uno de esos momentos tontos que tenemos durante el día y que hoy se ha centrado en lo material, en el valor de las cosas sensibles.
Tras desvariar con esa filosofía que tanto me gusta he decidido enfundarme mis pequeñas gafas negras y sentarme a escribir ésto mismo. Me he desprendido con un suave sonido metálico del impoluto reloj y me he sentado frente a las inmutables flores de madera que decoran la mesa del salón con un blanco teclado entre mis dedos y un espacio vacío en forma de cuadrícula que me pedía una muestra de cariño y algo de dedicación para hacer aquello que tanto me gusta, escribír.
Algo me ha sorprendido mientras sonaba aquella limpia melodía del "Free Fallin" de Mayer. Era la presencia de un buen amigo y su sinceridad que llamaban directamente a lo más profundo de mí, despertando sentimientos olvidados. La banda sonora no podía ser mejor y el momento peor.
Respondí con tranquilidad y sólo una milésima parte de aquellos pensamientos que me recorrían por completo, y que de haber querido escribir, hubieran llenado hojas y hojas de tinta de un color más bien rojizo, el mismo color de la sangre que recorre todos los recovecos de nuestro cuerpo y nutre, indeseadamente en ocasiones, a nuestro corazón. Bendito corazón en ocasiones, tan odiado en otras.

Tras ser un poquito más consciente de la realidad, me voy dando cuenta de que cada vez me voy haciendo algo más de piedra, sigo siendo el mismo chico de flequillo gracioso y tripita pero con algo más de amistad y algo menos de amor, sin descuidar una vida por delante.

PD. Gracias. A aquellos que estuvieron en los malos momentos. A aquellos que están. A los que no pudieron y a los que se dejaron el alma. A todos los que pensaron en ser mejores y a todos aquellos que me hacen ser mejores. A la sinceridad, al buen hacer, al cariño, a la amistad. Que no son valores materiales pero son los que más llenan. Por todos aquellos que pasan los días conmigo, gracias.

sábado, 11 de junio de 2011

Algo personal. Más que una persona.

Escribiré. Después de dejarlo durante mucho tiempo acaba de decidir mi mente por mí. Me acaba de otorgar la inspiración y creo que hoy debo aprovecharla. Sí, echaba de menos las cursivas letras de la pantalla blanca que me pide a gritos que la llene con pedacitos de mi vida, para entretenerte a ti, empedernido lector, o para distraerte de aquello que estés haciendo.
Con ésto sólo tengo el objetivo de ser un arma sentimental que te haga comprender mejor aquello que te rodea, te suscite preguntas o te haga cambiar tu forma de mirar a los demás, aquello que llamamos empatía y que tanto nos cuesta experimentar. Pero también me pregunto si estas líneas las escribo por autocomplacimiento, por seguir haciendo esto que adoro y que tanto me divierte. Ésto supone pues una muestra de egocentrismo por mi parte... Que no es aquello que deseo.

Me gustaría explicar que siento en este instante, que por una vez este escrito lleve mi nombre y apellido en el texto, no únicamente en la firma.
Me gustaría contarte que hace varios días busco cambiar un poquito mi vida. Me gusta como soy, no es una cuestión de imagen exterior ni de forma de ser, es simplemente la búsqueda de un cambio en aquello que sólo uno experimenta y que sólo los que bien te conocen saben apreciarlo. Un cambio en lo que en ciencia se conoce como "reacción" , algo tan difícil de explicar como de escribir. 
Busco esa reacción positiva a ese estímulo complicado, algo así como responder a una orden y luego preguntar, ese empujoncito que me haga cambiar el orden de los procesos y hacerlo, para más tarde conocer el porqué. 
Sólo necesito superación, autosuperación y hasta ese clímax anímico, todavía debo andar, sin saber un rumbo, sin conocer la dirección, únicamente mejorar día a día para conocer la respuesta a la pregunta que nos formulará la vida tarde o temprano: ¿porqué?


PD. He de decir, que quizás esto sea bastante difícil de comprender y tú, que estas al otro lado de la pantalla, critiques mi autocomplaciencia, pues llegas a pensar que sólo escribo para entenderlo yo mismo. Quizás sea así, pero también creo que estas líneas que se antojan caprichosas y enrevesadas al pensamiento, puedan resultarte útiles para identificarte con ellas, y tal vez, sólo tal vez, algún día las leas y puedas entender lo que quise decir, pues tú, quieras decir lo mismo.

domingo, 15 de mayo de 2011

Eirhnh. Nuevos escritos: Homenaje al principio del fin. Final de algo inacabado.

Llevaba ya algún tiempo sin escribir, y ahora, que a falta de tiempo poseo inspiración, me he decidido a hacerlo. He de decir que echaba de menos estas líneas, el sonido de mis pensamientos a velocidad de prosa y la sensación de escribir bajo la libertad del anonimato, bajo la capa invisible de una pantalla de ordenador que brinda pedacitos de mi ser a aquellos que seguro, sabrán valorarlo sin importarles contexto alguno, ventajas que brinda la Era Digital.


Sentado bajo la luz de la ventana que ilumina el salón, ocultando detalles bajo sombras y mostrando los preciosos destellos verdes de la plantas que delimitan el final de esta sala, me encuentro rodeado de libros que he decidido arrancar de su lugar en la estantería para tras echarles un vistazo, elegir aquel que más me sugiriera un destello en el interior. Hoy, busco un libro que no hable de pesadas historas de amantes, andanzas de mal-queridos héroes, frases bíblicas de leyenda o manuales de instrucciones acerca de cómo dominar el mundo careciendo de aquello único útil para desechar cualquier estúpida idea de intentar su lectura y aún menos creérlo: Inteligencia, no como nombre común, si no como experiencia propia de cada uno, lo cual reduce la palabra a "nombre propio", clasificación morfológica de determinados sustantivos, por la que he de decir, poseo predilección. 
Observaba libros cuyos autores muchos de ellos desconozco, pero de los cuales día a día y como el resto de cosas que nos interesan en la vida vamos aprendiendo con el paso del tiempo, en un inigualable guiño a la cultura o en una simple demostración de agradecimiento.
Leía nombres a los que muchos de ellos no encontraba imagen, no encontraba cuerpo ni rastro físico alguno de mis héroes-autores, pero que no por ello me impedía admirarlos, autores que hicieron y hacen historia como Alejandro Dumas, Edgar Allan Poe, Agatha Christie o Antonio Machado con su admirada poesía, grandes en cada una de sus líneas y que admiro al mismo nivel que otros más actuales, con diferentes estilos y quizás no con la misma profundidad, pero con envolventes relatos tales como Thomas Harris, Carlos Ruiz Zafón, Jose Saramago o mi predilecto Ken Follet, archiconocidos en mi generación.
Tras buscar y rebuscar entre las dos columnas de libros que tengo ahora delante he decidido quedarme con "La pasión turca" de Antonio Gala, del que prometo, empedernido lector, al que he sometido sin miramiento alguno a mi Biblioteca de los Libros Olvidados, tendréis nuevas noticias en vacaciones.