domingo, 19 de junio de 2011

Hoy es uno de esos días que te levantas con un nudo en el pecho, allí donde empiezan las mariposas del estómago y acaban los tonos que dibujan tus palabras.
He decidido levantarme más temprano que de costumbre, últimamente me quedo dormido pronto con ese pequeño placer que resulta para mí dormir escuchando la radio.
Como cada día al despertarme, me gusta mirarme en el espejo, con sus defectos y sus virtudes pero que no cambio por nada. Agua fría baña mis ojos y me siento algo más despierto. Me coloco mi significativo reloj blanco en la muñeca izquierda, me despeino y me peino cuál cantante de poca monta y pienso en qué ha sido de mi vida. Mientras preparo algo de leche fría en una reluciente taza blanca recuerdo el último año, desde aquel mes de junio de 2010. Cómo cambian las cosas en un año, y las personas. Quizás para mal, mayoritariamente para mejor. Me recuerdo en aquel mes de agosto que perdurará en mi memoria para siempre y debajo de aquellos recuerdos de dolores y fiebres una palabra en cursiva donde leo claramente "Cariño".
Muchas veces las cosas negativas traen de la mano buenos aires, renovados, muy valiosos, en este caso, el valor de las personas. La fuerza de la dedicación y el agradecimiento eterno a cada uno de ellos. 
Alzo la mano, observandome el pequeño lunar de mi mano diestra y alcanzo las doradas galletas que se esconden tras un pequeño bote rosáceo.
He decidido desayunar en el salón, otro de esos pequeños gustos de los que disfruto en limitadas ocasiones. Hoy además, he decidido ser algo más feliz y algo más tranquilo. He decidido relajarme escuchando a la reciente revelación para mí, John Mayer mientras miraba por la ventana y me preguntaba acerca de la vida, uno de esos momentos tontos que tenemos durante el día y que hoy se ha centrado en lo material, en el valor de las cosas sensibles.
Tras desvariar con esa filosofía que tanto me gusta he decidido enfundarme mis pequeñas gafas negras y sentarme a escribir ésto mismo. Me he desprendido con un suave sonido metálico del impoluto reloj y me he sentado frente a las inmutables flores de madera que decoran la mesa del salón con un blanco teclado entre mis dedos y un espacio vacío en forma de cuadrícula que me pedía una muestra de cariño y algo de dedicación para hacer aquello que tanto me gusta, escribír.
Algo me ha sorprendido mientras sonaba aquella limpia melodía del "Free Fallin" de Mayer. Era la presencia de un buen amigo y su sinceridad que llamaban directamente a lo más profundo de mí, despertando sentimientos olvidados. La banda sonora no podía ser mejor y el momento peor.
Respondí con tranquilidad y sólo una milésima parte de aquellos pensamientos que me recorrían por completo, y que de haber querido escribir, hubieran llenado hojas y hojas de tinta de un color más bien rojizo, el mismo color de la sangre que recorre todos los recovecos de nuestro cuerpo y nutre, indeseadamente en ocasiones, a nuestro corazón. Bendito corazón en ocasiones, tan odiado en otras.

Tras ser un poquito más consciente de la realidad, me voy dando cuenta de que cada vez me voy haciendo algo más de piedra, sigo siendo el mismo chico de flequillo gracioso y tripita pero con algo más de amistad y algo menos de amor, sin descuidar una vida por delante.

PD. Gracias. A aquellos que estuvieron en los malos momentos. A aquellos que están. A los que no pudieron y a los que se dejaron el alma. A todos los que pensaron en ser mejores y a todos aquellos que me hacen ser mejores. A la sinceridad, al buen hacer, al cariño, a la amistad. Que no son valores materiales pero son los que más llenan. Por todos aquellos que pasan los días conmigo, gracias.

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