lunes, 28 de enero de 2013

"Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas". Mario Benedetti.

"Sentado bajo aquel roble, se abandonó a la idea de la vida finita. 
No dejó de escribir, pero había olvidado la tinta.
Escuchaba el mecer de aquel tronco y sufría por él como un buen amigo.
Fue capaz de escucharle cuando todos lo apuntaron como enemigo."

De nuevo había doblado la página de su poemario. Había anochecido y aún se encontraba en la misma postura que adoptó cuando el sol cerraba sus párpados. Había estado reflexionando sobre política, nada más dañino que aquello. Había pensado si aún existe eso que llamamos "sentimiento de culpabilidad". ¿Cómo... cómo era posible que escalaran más arriba pisando los hombros ajenos? Quizá nunca pensaban que podían caerse o que a cierta altitud, el cielo es el límite. Y hablando de cielos, enlazó aquel pensamiento crítico con la parte música de su cerebro. Con la parte danzarina, desentendida, educada, reprimida... pero alegre. Con aquella parte de su mente, que le planteaba otro lado de la línea que él mismo trazó en su infancia. La línea que separaba religión y realidad en su mente, era clara. Aquella línea era incuestionable e infranqueable, quizás la más arraigada y construida a base de lógica, en aquel desván desordenado que era su cabeza. No obstante, le gustaba cruzar al otro lado del trazo, observar el mundo desde aquel lado espiritual. La curiosidad se convertía en un monstruo generoso y benévolo que le invitaba a leer aquellos tratados teológicos. Se reía. Recordaba aquella "Alienación Religiosa" de Karl Marx y la hacía suya "Cómo vamos a arrodillarnos ante alguien que nosotros mismos hemos creado. Cómo vamos a vendernos, a prostituirnos, a abandonarnos a la imagen inmaterial que hemos pintado nosotros, con nuestras manos ¡Pero si lo hemos leído, casi  hemos visto cómo lo creaban delante de nuestros ojos!"  pensaba.
"Casi lo hemos leído..." quizá debería empezar a cuestionarse la verdad absoluta de lo que leía.
Y se le escapaba...
Volaba su pensamiento...
Acababa su lógica y... no había más en aquel "universo sináptico".
Estaba claro que él no había sido iluminado con el Don de la Fe. Y no lo preocupaba.
Aún así, como aquel gato curioso que mató una tal Curiosidad, se planteó su vida desde el lado de la línea que no correspondía a su educación ni a sus modales (como los locales creerían). Imaginó la felicidad casi plena que debía suponer la vida eterna. Menudo fastidio dejar las cosas a medio-hacer aquí abajo ¿no?; seguro que aquellos que se encontraban en la que ahora era su "personalidad turística" se plantean si pueden seguir con sus proyectos allí arriba. Estaba empezando a pensar cosas poco serias, ¡seguro que lo que estaba pensando también se consideraba pecado! y rápidamente recordó que existía un "ahí abajo". En cualquier caso, pensó que lo idóneo era quedarse entre medias de ambos, de todas formas, no meditaba jugarse demasiado el pellejo en ésta vida. No era un héroe valiente de aquellos que no existieron nunca, pero no era ningún cobarde.
Lentamente comprendió que en aquel lado de la vida, muchos encontraban un consuelo. Un refugio. Era difícil entender que si bien él pensaba que aquel refugio no era real, tampoco lo son muchos de los refugios de su mente atea y aún así, estaba presos de miles de ellos. De repente, aquellos refugios con forma de recuerdos se convirtieron en opaco fango en aquel lado de su mente, lo que le dificultó avanzar más... Quizás otro día. Y antes de cruzar de nuevo la línea, volvió la mirada atrás y pensó  "¿pero, allí arriba me curarán los achaques?" cruzó a su hogar mientras se reía de sí mismo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario