miércoles, 30 de marzo de 2011

Mi lienzo escrito. (I)

Hoy no me apetece escribir lo mismo de siempre. No quiero escribir nada que trastoque mis sentimientos e inunde mi cabeza de pensamientos innecesarios. 
Hoy pretendo describir entornos, crear situaciones, dibujar un lienzo con letras, que las sombras sean los puntos y los colores el recuerdo de aquello que queremos inspirar.
Hoy pretendo hacerte sentir fuera de una pantalla de ordenador, que puedas cerrar los ojos y contemplarte en la más utópica ciudad, el más tímido rincón o el más animado hogar. 
Pretendo que leas y vueles. Que seas capaz de sentir el frescor de un temprano paseo, cuando todo esta oscuro y hasta el viento parece dormir aún. Que seas capaz de recordar como huele la leña e imaginartela compartiendo ese calor con tu familia, al acogedor rumor de aquellos que sonríen si tu disfrutas y sollozan si tú no sonríes. Quiero ser capaz de hacerte sentir esa sintonía que te roza el alma cuando se inunda el aire en acordes, en tonos, que te hacen sentir que todo es posible. Que bella metáfora; cómo son capaces unas simples vibraciones de alterar nuestro espíritu, es anecdótico observar como individuos tan complejos, prodigios de la Naturaleza, son capaces de desordenarse con la cosa más simple que existe, un sonido. Uno tras otro. Una melodía.
Y he de reconocer que yo mismo he sufrido ésto. He querido hablar de paisajes, sitios de ensueño y con sólo escuchar las palabras que susurra el viento contra mi ventana, he olvidado argumento alguno, hasta las excusas se hacen incoherentes en esta situación.

Pero no quiero sin embargo, despedirme de ti y también de éste texto, sin cumplir mi objetivo principal, todo por un homenaje a la lírica, la cual es comparable al sonido, pero también complementaria.
Quiero, de una vez, transportarte a un frío lugar, húmedo, que huele a leña y en el cual los pájaros son las únicas muestras de que seguimos en este mundo en kilómetros a la redonda. Y es que quiero abandonar la filosofía que me rodea, para describir las anchas calles empedradas, las envejecidas fachadas y las mohosas tejas que todavía conservan ese tono rojizo empeñado en mantenerse ineludible en la memoria. Pero he de decir que el tiempo apremia y creo que este relato, éste lienzo, ya posee los primeros trazos de lo que con las horas y la dedicación llegará a ser mi lugar, mi escondite, creado por palabras, mi Biblioteca de los Libros Olvidados, en la que sólo encontraremos palabras, eso sí, que crean entornos.

Del mismo lugar del que nacen los números, surgen las palabras.
Del mismo lugar donde terminan éstos, comienzan los sentimientos con palabras.
Del mismo lugar donde nació un 13 y terminó un 19, nació la esperanza por ser mejor y el talento para contarlo.

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